viernes, 3 de marzo de 2017

El hambre de las letras

¿Por qué será que en el instante en que me siento a cualquier mesa de un restaurante para asestarle un bocado a cualquier preparado culinario, me asaltan unas ganas tremendas por llenar de líneas escritas la pantalla del móvil?

Posiblemente a quienes nos entusiasma hacer uso de la pluma virtual, que en la sociedad de la información y comunicación llamamos teclado, gozamos con los momentos en que nuestros ojos se detienen y están más dispuestos a observar, describir aquello que entra en su campo de visión.

Los amantes del alumbramiento de palabras nos dedicamos a lanzar miradas a las mesas contiguas, poniendo especial atención en los platos que los clientes han pedido en la carta, la presentación del preparado, la añada y marca del vino que riegue la comida...

También prestamos oído de las conversaciones vecinas, aunque sin caer en el chisme barato, sino que el interés por los coloquios ajenos reside en la  naturaleza curiosa que caracteriza al tejedor de relatos, e incluso ¿por qué no denominarlo cronista de la cotidianidad?

Dicho de otro modo los escribientes recabamos todos los detalles que estén a la mano para narrar el conjunto de elementos,  que cuales mariposas con la llegada de la primavera circulan a nuestro alrededor.

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