sábado, 23 de julio de 2016

REFLEXIÓN PERSONAL VERANIEGA SOBRE POSMODERNIDAD Y MODERNIDAD.

REFLEXIÓN PERSONAL VERANIEGA SOBRE POSMODERNIDAD Y MODERNIDAD.

Desde mi punto de vista, la posmodernidad es relevante, porque refleja el absurdo, la incertidumbre y el sinsentido que caracterizan al ser humano. El ser humano es una nada insignificante y ridícula, que en su patetismo una vez se consideró especial, ulterior, pretendiendo estúpidamente dominar el mundo y oprimir, anular a quienes estimase con un rango inferior.

La posmodernidad, expone la cara de la barbarie que puede alcanzar la razón puramente instrumental (fines-medios). Se expresa el horror que causa una sociedad burocrática y movida por la fría lógica, donde los ciudadanos se han convertido en nuevas máquinas para la producción, obedeciendo sin rechistar cuales hormigas esclavas, una masa sin nombre/individualidad en las entrañas y las afueras de un hormiguero, cualquier norma o regla atendiendo al carácter natural, luego inmutable de las mismas (Esta analogía de la sociedad y el trabajo con el hormiguero, arranca de una representación humana, dado que más allá de nuestros esquemas humanos, es muy difícil cuando no imposible configurar retratos y descripciones puras, quedando como advertencia que la mirada humana es el espejo distorsionado, a través del cual se contempla y delimita el mundo/la realidad).

La posmodernidad ha sido condenada. Yo he sido uno de sus jueces en el pasado, cegato, falto de una graduación autocrítica. Ahora, observo que la posmodernidad constituye la manifestación de las fuerzas violentas ocultas,  residentes en la no tan progresista modernidad. Tanta sed de avance padecían los modernos, que estaban dispuestos a disolver las minorías en nombre de unos conceptos abstractos universales, donde una gran cantidad de identidades quedaba en el silencio, excluidas y sin voz. Por lo tanto, la posmodernidad representa la pintura de la fealdad moderna, la caricatura del ser humano, narrando los efectos de la industrialización y la tecnologización desmesurada, no evaluativa, experimentando con cobayas humanas, en laboratorios, a los cuales se les niega la etiqueta de "sociales".

Evidentemente, hay borrones y manchas en el lienzo de la posmodernidad, tales como el desdibujamiento de unos mínimos a los que acudir, perdiéndose en un nihilismo negador de todo, incluso de la condición humana, respecto a quienes no son contemplados como iguales humanos. Es hija también de un individualismo exacerbado, que nos ahoga ante la soledad y repele la colaboración. Allí donde se asienta la misantropía, el odio por lo que huele a diferencia, la cuál se ha vuelto totalitaria de tanto reivindicarse, dejando de lado a lo que no es igual a ella misma, razón por la cuál los colectivos únicamente identifican su propia distinción. A ella se suman el ascenso de los individuos a un escalafón superior, a costa del derramamiento de sangre, generación de violencia, bombardear poblaciones, alimentar el odio hacia quienes albergan otros credos, repudiar e invisibilizar a quienes habitan otras zonas geográficas, eliminándolos de los medios de información y comunicación, de la historia.

La posmodernidad y modernidad ofrecen una panorámica de claroscuros, contrastes entre oscuridad y luminosidad. En las tinieblas, se advierte el espanto, la efigie de un "grito munchiano" (cuadro de Munch), respecto a una modernidad que perdió su rumbo, por el hecho de pensar que la historia llevaba ya un camino dirigido, afirmando que la existencia contenía un fin en sí misma. En cuanto a la parte luminosa, ha encandilado la posmodernidad la conciencia social y los derechos humanos que una vez se promulgaron. La cooperación es necesaria, para sortear obstáculos y construir un mundo más solidario y pacífico, aunque hay que tener presente el conflicto y los desacuerdos, como parte de un diálogo realista y no contrafáctico (idealizado, sin mencionar las posibles barreras. Hay que dar la palabra al discenso (desacuerdo), como parte de una mayor representación de los participantes).

No obstante, pienso que el error de la modernidad, radicó en ser creyente de un absolutista universalismo, el cual se correspondía con los valores y costumbres occidentales, imponiéndose a otros países, colonizando los ámbitos sociales, políticos, económicos , psicológicos, éticos y morales. Aún cuando el pensamiento moderno cayó en este fallo, sabemos que el "todo vale" del ultrarrelativismo posmoderno tampoco arregla el asunto. De este modo, pareciera que una posible vía para solventar este problema etnocéntrico, recae en una educación, que fomente la empatía fuerte, no dogmática, autocrítica y solidaria, que a la par tampoco aparte los localismos e identidades particulares de las comunidades.

Queda claro que la ciencia no es nuestra enemiga, ni es sinónimo de "eje del mal," pero el arte y la metafísica tampoco son adversarios. Requerimos del arte para crear e imaginar, contradecir, decir lo que no se dice, expresar la inefabilidad. Hasta nos valemos de la metafísica, para la oferta de nuevos planteamientos y propuestas (toda propuesta parte de una postura metafísica). La ciencia resulta útil para mejorar las condiciones de vida de las personas. Si bien el pensarse a sí misma, reflexionar sobre su praxis, resulta vital para no volverse contra la humanidad que asegura defender, preocuparse y ayudar.

La cuestión está en no ceder ante el pensamiento único, que divulga la opresión y la tiranía. En mi humilde opinión, de esta manera podrían converger modernidad-posmodernidad en una relación dialéctica. Dicho de otro modo, alimentándose mutuamente, en pos de un futuro no tan distópico como el dibujado por la literatura de ciencia ficción y las obras de Huxley u Orwell. Aunque tampoco con un nivel almibarado de utopía, el cual haga fantasear una vez más a la humanidad con superarse a sí misma, construyendo nuevos campos de exterminio y armas, que hagan volatilizar ciudades en milésimas de segundos.

En última instancia, quisiera aclarar que lo escrito aquí responde a una opinión particular, sin afán de dogmatismo o voz única. Por el contrario, anhelo abrir caminos y tender puentes entre los antitéticos (contrarios) movimientos modernos y posmodernos, sembrar un poco paz entre las rivalidades. La herramienta utilizada para esta labor, subyace en la autocrítica tanto de una como de la obra. Los blancos y negros dan paso a una gamma de grises, que difuminan los bordes cerrados en que las ideas de unos y otros se tornan absolutas, acríticas y verdaderas, sin aspectos que pulir o echar abajo, reificar, deconstruir, desmontar y reconstruir. Ésto, se podría traducir en que la modernidad necesita de "posmodernización" y la posmodernidad de "modernización".