sábado, 4 de marzo de 2017

LA HISTORICIDAD EN LA NOCIÓN DE NATURALEZA HUMANA


Previamente a un análisis detenido, desde el ángulo en que se divisa en una primera y fugaz, a la vez que prejuiciosa toma de contacto, la naturaleza humana parece asemejarse a "un trozo de madera torcida" como mencionaba el filósofo Inmanuel Kant, malévola, egoísta y depredadora.
Aunque aquí habría que tener presente que si nuestra naturaleza en efecto adquiere esa forma concreta, toda materia posee distintos usos. De manera que un pedazo de leña bien puede constituir un medio mediante el cual se prendan lenguas de fuego que calcinen hectáreas de bosques, y no olvidemos tampoco las dolorosas astillas que se nos suelen clavar en algún pobre dedo al tocar de forma inadecuada el fragmento leñoso, si bien al mismo tiempo cabe que éste contribuya a conducir calor al aterido cuerpo en una glacial mañana invernal.
La naturaleza humana erróneamente se ha ligado por parte de optimistas (Rousseau, Aristóteles, Spinoza o Hume) y pesimistas antropológicos (Hobbes, Schopenhauer y Nietzsche entre otros) a ese leño al que aludo, incidiéndose en un único rasgo sobresaliente como aglutinador de la totalidad. 
A mi juicio, resulta incorrecta la definición que en la tradición filosófica, psicológica, sociológica y hasta antropológica se le ha conferido al concepto de "naturaleza humana", en cuanto a que únicamente provea en su nacimiento de calor humano, y que nada más albergue el rostro de un violento y devastador incendio, que fulmina a su paso centenas de montes y zonas verdes, cual hiena carroñera que pone fin a los restos vitales yacientes en el suelo, trayéndonos a la memoria con su discurso aquel veredicto lanzado por el agente Smith a un cautivo Morfeo en la cinta Matrix (1998), respecto de que "los seres humanos somos un virus, una enfermedad". 
Más bien, el destino de nuestra naturaleza se perfila en distintas direcciones y posibilidades, según las condiciones que rodean a esa parte desprendida del tronco del árbol y las intenciones para con su utilidad, que infieren en el carácter de la misma. Además, no obviemos el detalle de que ningún árbol o arbusto es exacto a los que están aledaños. 
Así, con base en lo anterior considero que nuestra naturaleza se halla más próxima a las flexibles plastilina y arcilla que al trozo de un desprotegido tronco talado_o bien partido a raíz del desplome del viejo árbol_ al que desde un principio se le sentencia con un rol de villano o héroe, sin que éste disponga del derecho a defenderse, expresarse, con objeto de concederle al menos una voz con la que contraargumentar y narrar su propia historia, dejándole (no siempre cabe esto claro) decidir cómo desea ejecutar sus pasos y ser rememorado por aquellos que han trabado amistad y afecto con él. 
Jorge Beautell Bento
04/03/2017

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