martes, 25 de junio de 2019

POSMODERNIDAD Y NIHILISMO

En el plano cotidiano, oímos constantemente hablar de la noción de "posmodernidad" ¿pero qué es realmente o cuáles son sus rasgos? ¿cómo es su relación con el nihilismo?

En primer lugar, la posmodernidad es un replanteamiento de la modernidad, una crítica a sus postulados y jerarquías coloniales, económicas e ideológicas. No obstante, al repensarla comete a mi entender el fallo de borrar cualquier línea divisoria o trazar límites, unas nociones orientadoras primarias (llámese principios) frente a la zambullida en una zona de conflicto bélico y estar a merced de las bombas y desprotegidos de los extremismos.

Resulta comprensible entonces referirse a la sociedad del riesgo, el peligro inminente, el fracaso del diálogo político, un poder en la sombra, que para colmo se nos presenta como no vigilante o represor ni normativo en términos foucaultianos-La norma nos atraviesa y llevamos un policía interior que nos coarta-, sino una suerte de condición necesaria con objeto de estar integrados en el sistema.

Todo replanteamiento a mi juicio debería saber cómo mantener elementos previos salvables/rescatables (este ha sido el error de los sistemas educativos en gran cantidad de países). No cabe un barrido completo del sistema anterior, fuera de un análisis reflexivo y colocar nuevas piedras arrancando de alguna pieza servible, reutilizable ¿por qué no asentar un trasfondo ecológico en este punto, la conciencia de replantar, volver a utilizar y no incinerar, trasladada a múltiples esferas de la sociedad? Peor todavía, hay un salto a una incertidumbre enfermiza, un "pensamiento débil" y voluble por entero.

Una deriva posmoderna más adecuada, hubiera sido esa "ecologización descrita" y estudio serio de la razón ¿por qué abocarla a la instrumentalización-El fin justifica los medios- nuevamente después de Auschwitz, el Gulag y demás símbolos de la barbarie, que puede alcanzar mediante la lógica de la muerte y la técnica no autocrítica?

Mediante la supresión de la razón y el gobierno libre de las emociones en un primer género de potencia-pasivos ante el objeto- el juicio estará en manos del arrebato, el populismo y la persuasión tan abundantes. El emotivismo ha sabido bien como herir de gravedad a la "prudencia racional", tornando lo irracional como deseable y anunciador de una libertad de "emocionarse con lo establecido para ejecutar tal respuesta", que lejos de emancipar, ata y encadena al individuo al cable de los medios culturales de opresión o ideologización, un esclavo feliz de la industria cultural.

La posmodernidad ha desembocado en una sociedad banal, simbolizada con la idea del escaparate (las modas, la imitación de las tendencias para integrarse en la ideología predominante y exclusión o marginación al rechazar sus postulados) -gusto por exhibir una transparencia falaz, garante del control y alieanación de variada índole y celebradora de la muerte de la utopía. Enterrado queda el atisbo de esperanza.

Lo denominado como posmoderno abraza el nihilismo (negación de todos los principios y valores, el reducto a la nada, despojándola hasta de su función creadora. Contemple indiferentemente el jardín secarse y no solo el jardín, las masas de muertos aparecidas en imágenes compartidas y expuestas en los informativos televisivos) y conduce a todas las cosas a su finitud. Rememoria de las palabras de Wilde en el magnífico "Retrato de Dorian Gray"-"El hombre conoce el precio de todo y el valor de nada", a la entropía cosmológica y el desgaste biológico. Ilustremos como ejemplo una destrucción celular absoluta y no regenerativa.

Se totaliza el concepto de "descomposición", componiéndose poesías acerca de la porquería que entraña ser humano y su miseria de existencia hueca, vagabundeando sin ningún propósito a la puertas el suicidio, o bien recibiendo el inevitable beso del "ángel exterminador", prolongando en demasía su más que posible muerte.

De lo anterior, obtenemos el que no resulta sorprendente que hasta a la moral le aguarde un destino oscuro. Hay un sucumbir. Se prescinde de la lucha por la preservación. Hay ruinas y despojos de un tiempo atrás maldito, aunque sin pretensión de reconstrucción. El humano se ha rendido y se despreocupa porque el propio mundo en el que habita y es-está arrojado (Dasein heideggeriano) arda en cenizas ¿No advertimos una sacralización del egoísmo en su fase más depredadora?

La sentencia final podría ser la siguiente: La vida ha muerto, el individuo la ha matado y ni siquiera se preocupa por colmarla de un sentido, que le permita soportar dormir y despertarse inhalando aire. Optó por un melancólico sueño de fenecer durante el breve periodo de la conciencia.

J.B.B

miércoles, 5 de junio de 2019

CARTA A LOS POSMODERNOS

Carta a los posmodernos: 
Para que un razonamiento tenga validez, este debe ser absoluto. Si su validez es relativa no puede fundamentarse en nada (es vácuo), en tanto que otros argumentos y lenguajes opuestos a la proposición afirmada albergarán la validez absoluta, que se pretende refutar al negarse toda validez (esto comprende ya un absoluto). La medición cualitativa resultaría imposible y entraña un absurdo lógico. Cualquier elemento estaría inserto a modo de aceptación/permisividad, inclusive aquellos que atentan contra los argumentos esgrimidos. 
Muy distinto es referirse a una validez (contingencia) en un contexto concreto y definida por el mismo (pragmática), pero in situ no deja de contener un carácter absoluto para inferirse una posición a favor o en contra del enunciado expuesto/manifestado. 
Si carece de totalidad, no hay cabida siquiera para el reino de la posibilidad. Algo posible debe partir de un enunciado afirmativo o bien negativo resuelto y no una A y no A (contradicción)
Ilustremos lo anterior con los siguientes ejemplos:
¿puede ser posible que un sujeto sea presidente de un país y no lo sea al unísono? 
¿Es posible apoyar y condenar el procés de autodeterminación catalán? 
¿es plausible que se mantenga la justificación del aborto (con ausencia de excepciones) y en las siguientes líneas se lo desapruebe completamente? 
¿Cómo respaldar los derechos humanos, que me esmero en hacer notar, si concibo que es lícito que se lapide a las mujeres acusadas de infidelidad en los países musulmanes, alegando que hay respetar las costumbres de ese país con un tono progresista del nivel Pilatos (me lavo las manos con lo que pase y en consecuencia no debo juzgarlo) 
Aquí es donde la falacia de la ambigüedad se da de bruces con la realidad del lenguaje. 
Hasta las antinomias (ideas contrarias que no pueden probarse empíricamente, tales como el principio del universo a manos de un Dios frente al Big Bang) de la razón pura requieren de absolutos. La libertad es pensada en la ética y negada en la causalidad de las leyes naturales alusivas al conocimiento. Pero si atendemos bien, en sí el espacio delimitado la libertad en la ética (razón práctica) no puede mutilarse si se ha predispuesto como condición de posibilidad de acción -autonomía. De acuerdo con Kant, no vale decir "Es relativo ser libre en una situación concreta y determinado en el resto de circunstancias y viceversa". 
Tampoco el Übermensch (superhombre) nietzcheano se entregaría a renovar sus valores y volverlos a retomar seguidamente, aduciendo que es relativo lo que se entienda por transvaloración, cometiendo con ello un homocidio contra sus propias convicciones. El absoluto es condición sine qua non (necesario) de la validez. 
Voy más allá: 
La negación perpetúa en la compleja estética de Theodor Adorno no deja de responder a una resistencia equiparable a validez absoluta ¿cómo podría el pobre Adorno contentarse con reivindicar el sufrimiento en el arte y la conciencia de la barbarie en la estética de lo feo (lo negro), publicitando discursos favorecedores de la industria cultural, alentando al empleo de colores alegres y la promesa de felicidad, junto a la traición a su estilo hermenéutico, pasándose al bando analítico, la claridad tan repudiada por él? 
A propósito de la estética ¡¡¡No señores!!! En el arte tampoco tiene plaza la contradicción. A la hora de jugar con que algo sea y no sea (caso de la pintura de Magritte-"Cesi n‘ est pas une pipe"), estamos en realidad negándolo, en tanto que el no ser cobra más fuerza/preponderancia que el ser. El arte de tendencia nihilista se regodea en su gusto por la ficción de la nadería, la antítesis para acometer una embestida a la realidad (renuncia a la adaptación). No obstante, por mucho que nos esforcemos en omitir el mundo, estamos en un absoluto, en la omisión. Es inimaginable una sociedad, universo y sociedad coexistiendo en el mismo punto que su ser negativo. Lo lamento. 
En cuanto la incertidumbre, lo inesperado, nada tiene que ver con este asunto, debido a que todavía no ha acontecido y la posibilidad de ser no está definida. De esto en cambio no derivamos que no haya un futuro absoluto (ocurrirá un fenómeno u otro), puesto que cuando tenga lugar se materializará con objeto de esculpir su existencia. 
Pongo término a este escrito trayendo el pensamiento del filósofo alemán y discípulo de Heidegger, Häns Georg Gadamer. La reinterpretación constante no conlleva la pérdida del absoluto momentáneo. En este momento, interpreto desde mi horizonte histórico (círculo hermenéutico) que el texto leído me genera unas ideas. A pesar de que estas se transformen con una nueva lectura, en este momento, es la validez del absoluto el que permite vehicularlas e inteligibilizarlas mediante el lenguaje. El diálogo o debate con el otro, a su vez debe ser absoluto en lo respectivo a sus premisas. De lo contrario ¿qué visiones se van a confrontar o cuestionar? 
"Yo opino que tanto tú como yo estamos en la razón y el concepto u objeto hablado y tratado será siempre relativo, sin validez absoluta". Con base en esto, todos los seres humanos deberíamos poner en práctica este imperativo: 
Consentir plácidamente ante un discurso, no importan las circunstancias ni el carácter del contenido. Finalizo con un interrogante ¿En que nos separa esta armonía buenrollista de una dictadura y evita un abocamiento a la barbarie? 
J.B.B