lunes, 27 de febrero de 2017

Una tarde nostálgica cualquiera

Las gotas de lluvia que repiquetean en los cristales de mi ventana representan música para mis doloridos oídos, víctimas del atronador ruido ocasionado por la desafinada orquesta de claxons compuesta por el tráfico matutino, al que hay que añadirle el molesto traqueteo que genera la obra que están realizando en mi calle desde hace días. 

Me hallo aquí taciturno, cumpliendo el ritual fijado, que se basa en degustar un intenso y fuerte café au lait expresso tras el disfrute de una saludable siesta de media hora, mientras me dedico a revisar en Internet  las noticias publicadas en la prensa local, nacional e internacional. Así es, al contrario que la mayoría me gusta informarme, o mejor dicho desinformarme y leer mentiras para entretenerme en horario vespertino. 

El último de los cigarrillos que prometí no volver a fumar, se consume en el cenicero de cristal de Bohemia que mis padres me trajeron como recuerdo del último de sus viajes, mientras suena en la radio la melancólica canción "Yesterday", cuya autoría recae en el conocido grupo británico The Beatles. 

Al mismo tiempo, escucho a través de las frágiles y finas paredes de mi habitación la agradable voz de mi vecina, la chica por la que suspiro desde que me mudé aquí. Anhelo reunir el valor suficiente para confesarle mis sentimientos un día de estos. Estamos pared con pared, tan próximos, y sin embargo la lejanía que suscita mi gigantesca timidez erige un impenetrable muro entre nosotros.

Jorge Beautell Bento


domingo, 26 de febrero de 2017

LA TEORÍA CRÍTICA: EL CARNAVAL, DROGAS Y LA ADAPTACIÓN DE NUESTRA BIOLOGÍA Y PSICOLOGÍA (MENTE-CUERPO) AL SISTEMA

LA TEORÍA CRÍTICA: EL CARNAVAL, DROGAS Y LA ADAPTACIÓN DE NUESTRA BIOLOGÍA Y PSICOLOGÍA (MENTE-CUERPO) AL SISTEMA VIGENTE.

Caminar al rayar el alba tras la noche de Carnaval en el archipielago canario, significa toparte con un escenario similar al de un gran conflicto postbélico. Decenas de personas andan con dificultad, tambaleándose y otras tantas caen al suelo pidiendo auxilio a sus camaradas. Algunas no cuentan con ninguna mano amiga y son abandonadas a su suerte como animales desvalidos. 

Sin embargo, en lugar de un reguero de sangre, aquí el rastro que deja tras de sí la marea humana que a altas horas de la madrugada cerraba el paso de las calles es un mar de vómitos y orines. La libertad exige responsabilidad y, queda claro que los soldados abatidos que en la aurora desfilan por las calles de las principales capitales isleñas, desconocen lo que implica acatar las consecuencias de las acciones y decisiones que llevan a cabo.

La muestra de esto se manifesta en varios rostros compungidos y personas sentadas en el bordillo de la acera con la cabeza apoyada en las rodillas, probablemente desnortadas y conteniendo las náuseas o yaciendo semi-inconscientes en los bancos, con las que nos cruzamos al deambular por este campo de batalla juerguista.  

Contemplando este espectáculo dantesco, me doy cuenta de que el legalizado alcohol a diferencia de otras drogas penalizadas, en altas dosis ejemplifica la verdadera cara de la inmundicia humana. 

El consumo de alcohol ha dejado de conformar un hábito saludable, pasando de esas copitas de vino recetadas por los médicos y las cervezas que nos refrescan el gaznate, al tiempo que animan cuando quedamos con amigos, colocándole un tope de forma responsable a situaciones violentas, conflictivas, desequilibradas y nocivas para nosotros y quienes nos acompañan.  

Frente a la positiva utilidad social residente en las bebidas alcohólicas, la tendencia a beber alcohol hasta perder la conciencia se transforma en una obligación entre las camarillas de jóvenes y no tan jóvenes cuando salen de fiesta. 

Fruto de dicho imperativo exigido, la condición de beber, para ser aceptado dentro del grupo de iguales, la posibilidad de divertirse de manera moderada se coarta por completo. 

Desde un punto de vista psicológico, el alcohol constituye una suerte de desinhibidor, un medio para lograr un desahogo y desquite del malestar haciéndonos olvidar las penas, perder la noción del tiempo y saciar los impulsos sin tener que rendir cuentas ante nadie, excusados por el estado de embriaguez en el que nos encontramos. 

Quizá el motivo del ascenso de la marea alcohólica en nuestro organismo no sea otro que lo que ya he nombrado en anteriores escritos. Los heridos de la guerra carnavalera y del consagrado botellón son víctimas de los valores hedonistas inculcados en nuestra sociedad por parte de distintos sectores. 

El hallazgo de placer resulta crucial para garantizar la subsistencia de los individuos. No obstante, presos del capitalismo y su hijo el neoliberalismo, los estímulos placenteros siguen la lógica del mercado y ahora únicamente se persigue nublar el juicio y los sentidos, imposibilitando adoptar actitudes de resistencia y contestatarias a dicha lógica. 

La meta acualmente parece ser experimentar un goce desmedido, que paradójicamente al final se opone al propio bienestar de las personas y hace que peligre seriamente su salud. El poder nos lanza su red, un sutil y potente somnífero suministrado a nuestro cerebro, valiéndose de su necesidad biológica respecto de recibir experiencias agradables. 

A mi parecer, las causas de esta deriva de las salidas nocturnas de diversa índole, está provocada por una alimentación del sujeto a manos del sistema, el cual le provee de un sin fin de sustancias y vicios que mermen sus mecanismos psicológicos y cognitivos, los cuales se adaptan sin remedio al sistema ideológico vigente, constituyendo éste un espejo de los comportamientos internos de los sujetos. 

Los filósofos Platón y los frankfurtianos Adorno y Horkheimer estaban en lo cierto, las imágenes apetitosas que se nos colocan a la vista son engañosas, pero hemos (yo incluido) transfigurado esas falsas imágenes en realidad, viéndose quebrada cualquier medida crítica ante lo que nos llega. Ya no existe desconfianza cuando la bruja del cuento de Hansel y Gretel nos invita a entrar en su casa hecha de dulces y golosinas o cuando la malvada reina ofrece a Blanca Nieves la manzana envenenada. Un espíritu crítico precisa de un escepticismo del que se carece. 

Esto se debe a que el sistema económico-político nos brinda justamente lo correspondiente a las necesidades biológicas, valiéndose de ellas para alterar los patrones sociales y volvernos esclavos de aquel "mundo feliz" que nos describía Huxley en su novela, una Matrix en toda regla. Lejos queda una época que anhele despertar de esa hipnosis y reclamar la pastilla roja que el personaje de Morfeo nos tendía en la película con objeto de descubrir la verdad y liberarnos del mundo ficticio en que vivimos. 

Jorge Beautell Bento 

26/02/2017

sábado, 18 de febrero de 2017

El lado luminoso del utilitarismo.

Llega el día en el que te identificas más con un Sith del supuesto lado oscuro, que con el héroe que blande la espada de la justicia universal, aunque con sus respectivos matices que ahora explicaré.
Por concebirme bajo la entidad ficticia de un Sith, perteneciente al grupo antagonista dentro del universo de Star Wars, entiendo mantener la postura del utilitarismo, basado en sostener que sí existe un egoísmo (que no es necesariamente negativo, tal como ha sido comprendido hasta la fecha, sino positivo, con base en la propuesta realizada por una amiga mía), y utilidad en todas las cosas e intereses que impulsan la ejecución de cualquier acción, atendiéndose a los fines prácticos, frente al cuerpo teórico de la intencionalidad y asunción del deber (deontología).

Retomando la analogía con la saga "Star Wars", en absuto soy un Jedi desinteresado, un sujeto racional puro y lógico, quién piensa además que debe obrar siempre de la misma forma, apoyándose en un deber universal y la imparticion de justicia por obligación, reprimiendo sus intereses y emociones subjetivas particulares.

Sucede todo lo contrario, dado que obro de X forma en un ambiente X porque tengo una intención, inclinación emotiva de hacerlo de X modo (con sus condicionantes y determinaciones. Debido a esto, desdeño la creencia en un libre albedrío o libre voluntad. Luego mantengo que estoy equipado con deseos, pasiones, emociones, motivaciones, creencias, significados, juicios hipotéticos (probables, contingentes)para ejecutar una determinada acción. 

Así, me veo obligado a adoptar una posición escéptica y pragmática  (Los significados en su uso particular, en lo que respecta al contexto/situación, ligados a éste) 

Siguiendo con el emotivismo de David Hume, las emociones constituyen el propulsor para albergar un posterior razonamiento que me haga ejecutar una acción, variando ésta según la situación particular que se me presente. Bien distinto es el uso que le otorgue. Es decir, que deseo,estoy provisto de intereses, caminando en una u otra dirección dependiendo de las creencias éticas y morales interiorizadas. Todo ello en consolidación con mi apoyo a la visión spinozista, que se ve reforzada por la teoría darvinista basada en el conatus, la autopreservación de las especies, mediante la privación del sufrimiento ajeno en cualquiera de sus integrantes.  
Por lo tanto, estoy a favor de prestar ayuda, cooperar entre los sujetos siempre que resulte posible, con objeto de lograr experimentar un posterior equilibrio psicosomático (estar bien de mente y cuerpo, con la obtención de unos beneficios colectivos en los resultados gracias a la suma de potencias. No obstante, debe quedar claro que los sujetos mencionados no son ideales, reducibles a categorías de tipo A, B,C,D homogéneas, iguales en todos los aspectos. La singularidad, individualidad del cuerpo de creencias, emociones, experiencias locales-culturales está contenida en A y los demás. Luego no parece adecuado hablar de un A equiparable a una totalidad de características universales. 
Sin embargo, admito que en el caso de resultar imposible hallar mejoras que afecten a todo el colectivo, habrá que obrar buscándose los mejores resultados, aquellas consecuencias beneficiosas para la mayoría y el sujeto particular, que no siempre concuerdan con las expectativas, negándome con ello la idea de la sujeción a un deber basado en el cumplimiento de un código normativo inamovible. Me pregunto lo siguiente: ¿De que sirve la intención si el resultado es nulo, o bien perjudicial?

De este modo, estimo relevante la presencia de la acción práctica-intención teórica, ambas, si bien le concedo más importancia a las consecuencias en la praxis que la última (la voluntad es más débil de lo que pensamos), de acuerdo con las circunstancias circundantes. Los objetivos iniciales no se mantendrán fijos, sino que variarán según las circunstancias que rodeen a los individuos, al tiempo que sus prioridades en el curso de la acción también sufrirán alteraciones. 

martes, 7 de febrero de 2017

EL FENÓMENO DE LA MUERTE

A mi entender, la muerte de un familar es un fenómeno que demuestra el fondo emotivo residente en los seres humanos. Por más que se suponga la defunción, el espíritu del colectivo se resiste a aceptar que la persona no estará ya entre éste. Los encuentros en vida dan paso al sufriente desencuentro tras la hora final.

Los afectos constituyen la manifestación máxima del apego, el deseo de posesión de la recepción de cariño y bienestar, como una expresión de la necesidad social que sentimos los animales humanos.

La sociabilidad es una prueba de la empatía. Aunque suene mal en lo hondo del asunto subyace la utilidad. Sin embargo, es una utilidad en el buen sentido para alcanzar la alegría y gozo/dicha, con el aumento de la capacidad de obrar con otro ser idéntico a nosotros. Dependemos de los demás para subsistir.

El cerebro es un órgano claramente evolutivo y entra en batalla contra cualquier indicio de pérdida ante los estímulos positivos que recibe de las causas externas, el otro. La autoconservación del individuo se hace patente en las ansias de preservación de la alteridad, desde la que construye su identidad.

He aquí el reflejo de su conatus, el ser para la vida, plasmado en el vínculo afectivo experimentado hacia la mente-cuerpo o  cuerpo-mente ajena, que es la nuestra también.