martes, 9 de febrero de 2021

El buen optimista

 Sobre el buen optimista: 

Ser optimista requiere más esfuerzo que ser nefastista y terribilista. El buen optimista ajusta las coordenadas anímicas, y no se abalanza hacia los estados álgidos de euforia y fatal caída en la animadversión de aquella, síntomas que tan bien conocen los individuos con bipolaridad o trastorno ciclotimico. 

El optimista se establece en la medianía de las polaridades, pero más cercano a la alegría que la tristeza, recalco que sin excederse. Para entender mejor este asunto, hemos de recurrir a un sentimiento entre ambos frentes, y del que se habla poco en los lugares comunes de la psicología: la serenidad o calma, a la espera y aceptación, y a la par no decae su actividad, como una firme montaña y flexible junco o rama al unísono. Se abre ante la adversidad y se cierra delante de lo que sabe la perturba y transporta a la abulia, la falta de fuerzas, distimia, la oscilación hacia la pena, y otros sentimientos como la rabia, el rencor, la envidia, los celos, etc. 

Como observamos, en absoluto es tarea sencilla ser optimista sin idealizar, sino acariciar el tejido de la realidad de la manera más calmada, por muy áspero y desagradable que pudiera parecer. Después de todo, el optimista tiene en mente que podría ser peor, y eso le basta para no desalentarse, y proseguir en la vida con armoniosa y resuelta actitud.


J.B.B