sábado, 17 de julio de 2021

Hace unos días sufrí un intenso episodio de vértigo, debido al llamado Síndrome de Meniere, y que afecta al líquido interno del oído responsable del equilibrio. 

Tras este malestar, me di cuenta de que la Náusea de Sartre tenía su núcleo en el mareo fisiológico que sufría aquel experimentando con mezcalina y otras sustancias que alteran la conciencia ¿y quién no pierde su referencia o noción del espacio-tiempo—unidos después de que Einstein demostrase su continuo—e identidad ordenante o unificante del flujo memorístico de distintos intervalos o espacios vitales, llamado yo, en semejante estado de interminable y angustioso desequilibrio? 

Secuelas del dualismo de la filosofía existencial y otras, que entre otras cosas separa la categoría física de lo psicológica. Inconsistencia absoluta de esto según los últimos estudios en neurociencia. Incluso, en el ámbito de las micropartículas, la mecánica cuántica, la partícula se comporta simultáneamente como partícula y como onda de luz, esta última cuando no la observamos, pero tampoco se halla separado un estado del otro. Como lo definió el físico Stephen Hawking en 2001: "La dualidad onda-corpúsculo es un concepto de la mecánica cuántica según el cual no hay diferencias fundamentales entre partículas y ondas: las partículas pueden comportarse como ondas y viceversa”. Ciñéndonos a los datos, el dualismo tiene estadísticamente las de perder y es poco menos que indefendible contemporáneamente, en consonancia con los resultados de trabajos al respecto.

Si la libertad, la elección equivale a dicha inestabilidad e incertidumbre acerca de todo. Cita de Kierkeegard: "La angustia es el vértigo de la libertad". Entonces, el antídoto está en asumir la responsabilidad de nuestras acciones, por muy variantes e irregulares que resulten aquellas. Somos los constructores de las experiencias. No perder de vista el ficticio centro de gravedad que es la moral, por ejemplo, puramente normativa, pero conveniente para el día a día y no perecer en cualquier cultura del planeta. 

A fin de cuentas, es para lo que contamos con un cerebro, para seguir vivitos y coleando y no ser comidos, regular nuestro presupuesto corporal [preparar y anticipar el organismo de cara a futuras condiciones ambientales, alostasis, y energía—cosas de la evolución—, sabiendo que es el órgano auditivo [el cerebro perceptor] el que provoca la ilusión conceptual—todo el significado de la estructura y la no caída o pérdida de apoyo en dicho punto ilusorio ¡Ah, Arquímedes! Qué bien te comprendo ahora—¡¡¡Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo!!! 

Respuesta del célebre acertijo de Copenhague: No, el árbol no hace ruido al caer si no hay receptor con canal auditivo. Todo es concepto. El cerebro se maneja con aquellos conceptos para idear la realidad que tan transparente se nos dibuja o representa. El quid de la cuestión radica en hacer un uso que ayude y no que lleve al traste nuestra energía.