sábado, 11 de marzo de 2017

Microrrelato

Tan sólo se sentía que ni los latidos de su corazón le acompañaban ya...
Decidió poner punto y final a ese desamparo, lanzándose desde la ventana del mastodóntico rascacielos probablemente diseñado por algún afamado arquitecto, en el que había establecido su residencia tras la mudanza a La Gran Manzana de la ciudad de Nueva York.
Su querido hermano, el cual era asiduo a la práctica del paracaidismo y el puenting había perdido trágicamente la vida en una de esas experiencias de saltar al vacío, que solía describir como "la sensación única de volar y brindarle al dormido cerebro un energético chute de adrenalina".
Ahora iba a ser él quien durante una milésima de segundos antes de precipitarse contra el duro asfalto, percibiría esa simulación de sentirse libre y vivo en toda su gloria.
Después (pensaba para sus adentros) se apagarán las luces, es cierto, pero habrá merecido la pena, y tengo por seguro que en ese breve intervalo de tiempo las pulsaciones compuestas por mi aparato circulatorio y recibidas por mi órgano cerebral constituirán una inolvidable compañía, que alcanzará el estado de éxtasis.
Al menos se despediría con una sonrisa en los labios.

Jorge Beautell Bento
11/03/2017

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