viernes, 18 de junio de 2021

RELATO ACTUALIZADO

 MATERIA NEGATIVA-DESCAFEINADA [sin apenas noción del tiempo o yo angustiado] 


Primera: 


Quinto movimiento de rotación terráqueo [12 horas al cuadrado] y con 286 días anuales restantes en el de traslación, al que hay que añadir, además, el inicio de estación, en estado de alerta por epidemia de un virus, a las claras, histórico.


En mímesis— y practicando el principio de responsabilidad y solidaridad—con el resto de ciudadanos, permanezco en el interior de la cúpula hogareña. Me urge una taza de café. Con ausencia de dicho estimulante, no disto demasiado de un muerto viviente en la serie americana—homenaje al juegazo noventero Resident Evil—Walking Dead.


Una tarea harta sencilla, como pasar de mi habitación a la cocina, se torna en una epopeya griega. Y más todavía recorriendo el pasillo, cuya longitud y estrechez, en mi estado descafeinado, son sumamente amplias. Otro de los síntomas, por carencia de cafeína, se plasma en que mis piernas pesan cual pesa de plomo arrojada grávidamente en una vasta superficie acuática.

El transcurso a través de este conducto se produce a cámara más que lenta. La lente, reproductora de mis movimientos, queda prácticamente congelada, a lo Neo esquivando las balas en la primera cinta—la única de la trilogía que merece ser visionada—Matrix.


—Mierda—, pienso. Da la impresión de que no avanzo un jodido milímetro. Desplazo una articulación. La observo ascender, y en lo que esta ejerce un desplazamiento hacia adelante, juraría que el medidor de la unidad de apercepción trascendental o monosílaba, y llanamente, yo se ha detenido, tal que si me hallase en el interior de un agujero negro, esos que captó el nuevo Einstein, Stephen Hawking.

Segunda: 


Efectivamente, aludo al tiempo. La intuición kantiana y de la que están hechas las categorías [conceptos] del entendimiento. Nada menos que la llave entre las intuiciones sensibles y los conceptos puros, si la memoria no me engaña. Mira que me costó empollarme la dichosa estética trascendental de ese Kant. Eso no era nada, comparado con el segundo apartado del libro, "la deducción trascendental de las categorías del entendimiento"— [el tiempo] me está gastando una broma pesada.


Tercera: 


El tiempo prosigue con su conteo de segundos "in crescendo" y me ha dejado muy atrás, un participante en estado negativo de la materia, antes del Big Bang. El observador queda en un punto muerto, out ¿Liberarse del ego? Contestación a Arthur Schopenhauer. Olvídate de la experiencia estética, el arte como salida del yo. Es más sencilla la solución y la correcta—Principio de la Navaja de Ockham—Quítate el café y misión cumplida. Good bye, voluntad egótica. Y es que descafeinadamente el ser desente cesa. En condiciones avolitivas, luego no cafeinosas, a lo zombie, deductivamente, dejas de mirarte el orificio del cordón umbilical; tu angustiosa salida amniótica y temerosa entrada a esta—en ocasiones— cruel obra teatral. En absoluto eres relevante para que el planeta de vueltas a imperceptibles velocidades de vértigo.

Monólogo con mi conciencia:

—¿En serio crees que a uno de esos ejércitos de "no muertos" le intriga o quita el sueño [¿Sueñan los zombies con ovejas no muertas?] algo que no se traduzca en propagar su plaga? Los walking deads no consumen cafeína. Y les importa un bledo lo que el fatum (destino) o azar les depare. Son seres avolitivos. La burundanga [droga] es maestra en revelar esta verdad. El sufrimiento, por verse arrancado de la calma uterina, se borra en seco. Danzo [atemporalmente], en actitud de autómata, por la pasarela ["el corredor de la no muerte"]. La cuerda rota entre el ser y la nada. La noción de la finitud, muerte ya no te perturba. 

Después de una procesión, más larga que las de Semana Santa, atisbo la puerta de la cocina. Requiero de la cafeína. Mi vuelta a la intuición kantiana; el recuerdo, la conciencia, mi yo, voluntad sufridora, [lo sé bastante bien] mi perdición. Si en un futuro cercano-lejano, pintase un cuadro retratando toda esta parafernalia existencial, dicha pintura llevaría por nombre el encabezado de la obra de la filósofa Hannah Arendt y del artista Magritte: "La [puñetera]  condición humana".