jueves, 23 de enero de 2020

Mostrarse uno positivo, desde el alba hasta el ocaso, no es ser ingenuo. Por el contrario, contrae no amargarse y tratar de visualizar, aprovechar los puntos en favor. En otras palabras, virar el barco, colocándolo de costado a través de la panorámica optimista (que no infantil, de pensar que "todo es maravilloso y no existen los problemas"), con vistas a aguantar con tesón el timón del navío con la embestida del oleaje y la colisión contra escondidas  rocas o témpanos flotantes durante las largas noches de nula luminosidad. Luchar en lugar de zozobrar; irse las posibilidades de reacción a pique ante cualquier obstáculo a la vista. 

El optimismo, tan denostado y asociado, reducido al coaching, autoayuda o prácticas similares. La nombrada actitud es un signo de valentía, rebeldía y hasta—a diferencia de lo que se defiende en los círculos filosóficos y de otras disciplinas, crítica— en tiempos de arrojar la toalla y cavar un agujero bien hondo en la tierra, o bien tomar el primer cohete con destino al frío e inhospito espacio y abandonar el planeta, condenado a su extinción. Ello es debido, en gran parte, a la gigantesca fuente e impresión en la población mundial (fenómenos de importante malestar acaecidos. Negarlos resultaría un autoengaño e hipocresía)— de una tempestad pesimista, de tono apocalíptico—distopía real—, manando por doquier. 

Si a lo precedente le adherimos el brote de nihilismo existencial (nada tiene sentido, la existencia se hace insoportable) como ley de causa-efecto del clima desalentador, tremendamente aplaudido el absurdo como cese de cualquier resquicio de luz en el lejano horizonte, ya obtenemos el cóctel idóneo para mandarlo todo a tomar por saco. 

El absurdo como tragamundos lo digiere todo. Las investigaciones en otros apartados dejan casi de atenderse y asistimos a los rezos, cánticos del desastre, a las voces ensordecedoras de lo mismo una y otra vez. "La nada, todo apesta, somos una plaga, por qué no nos matamos al fin, debes odiarte y odiar a los demás" y bla bla bla con sus trigésimos millones de likes en las social networks. 


Y sí. Por supuesto que los casos de aumento de depresión registrados, se ven apuntalados por las creencias albergadas y la filosofía predominante acrítica con lo nefasto, pululante en los contextos virtuales. Una metarreflexión renunciante de la dialéctica (tensión entre términos contrarios), contemplado lo adverso como referente en exclusiva de la protesta y sectarismo en masa de la sombra. ——Dejen entrar a Sauron, con sus ejércitos de orcos y los Nazgul (jinetes negros) anegando el mundo y las mentes de absoluta oscuridad. La filosofía se torna en un pozo de penas y muro de lamentaciones pasivo. Un instrumento divulgador de las ganas por reunirse con la parca cuanto antes. Irónicamente, Nietzsche es vitoreado, al tiempo que se le traiciona vilmente alimentando la idea de que la felicidad no está en la vía terrenal.

¡¡¡Bendita soledad!!! Yo moro en la tranquilidad de las nubes. La miseria y el sufrimiento ofrecen momentos de anestesia y son esos los que hay que aprovechar e intensificar al máximo.

¡¡¡Bendita soledad!!! Yo moro en la tranquilidad de las nubes. Quien desee entrar a admirar conmigo la profundidad del silencio y alguna que otra vez interrumpirlo con conversaciones útiles, provechosas, es naturalmente bienvenido.

Soy una bestia dotada de razón. Esta es mi humana condición. Obra de ficción es la civilización. Oculta y dociliza lo salvaje de un orden anterior, mas tarde o temprano, el león enjaulado se cobra el engaño con furor. La selva jamás se desvanece. Solamente se disfrazó. En los dormidos corazones de los hombres, rugen fieros el recuerdo y ansias de liberación. 

J.B.B

La persona hipersensible/ altamente sensible, perfectamente, podría ser la última en darse cuenta. De hecho, es probable que resida en aquel individuo indeciblemente lógico y metódico, de perfil Doctor House, con un pensamiento (racionalidad) robótico y casi de computadora, a la vista. En efecto, el prototipo Sherlock Holmes, no está lejos de la categoría señalada. Es más ¿quién se atrevería a aseverar que el propio detective del genio Doyle no alberga una sensibilidad alta? Que la oculte. Eso ya es otra historia. 

El sujeto descrito acostumbra a autopercibirse como un gran e imperturbable témpano de hielo. Lo que probablemente sucedió es que, debido a la incomprensión de la gente sobre su elevada receptividad-afección e intuición, se vio obligado a enmascarar o fosilizar dicha "afectividad sublime", con vistas a no hemorragiarse y enfermar de la discriminación padecida.

De los ríos lacrimales escarlata de demonios, ángeles caídos y renegados, nací yo. 

¿Quién se conoce verdaderamente? El que se ha atrevido a herirse y abrasarse con su propia llama y hielo. Aquel que ha navegado y se ha sumergido en los mares inhóspitos de la conciencia, plagados de criaturas y monstruos de pesadillas. Quien ha confrontado al miedo sin pestañear y con la cabeza bien fija y recta, a la par que flexible, como una rama soportando un descomunal peso. La mente y el corazón que han saltado, fuera de vacilación, a su abismo vertiginoso ¿Has padecido el frío, soledad, oscuridad y falta de oxígeno del universo? 

Entonces es imposible asegurar que te conoces ¿y cuántos espíritus disponen de la fuerza y el coraje para descender al submundo y cruzar con Caronte su valle de los muertos? ¿acaso has forjado, con quemaduras en la carne y tu ser interno, desde los asfixiantes e incandescentes fuegos del averno, tu escalera? ¿Y todo ello por voluntad propia, valientemente, hacia las alturas celestiales de la creación humana? Hasta la fecha, tales gestas las han realizado almas contadas.

Ahora soy un vino custodiado por inteligentes serpientes. Quien lo beba, debe estar dispuesto al enroscamiento de los reptiles en sus cuellos y riesgo de mordedura si el orgullo, que no vanidad, es herido.

Maldices la vida a cada rato ¿No ves que eres ciego del mágico crepúsculo, o bien el recibimiento de la aurora, que en este instante, está tiñendo la bóveda celeste de sublimes pinturas en vivo? La belleza reconcilia, ¡¡¡qué digo!!! regocija al humano con el, a veces, duro vivir. Hay mil ojos que jamás divisaran nada admirable o digno desde el alba hasta el ocaso de su temporalidad-latir y riego sanguíneos-, porque su llanto se refleja miserable en sus alquitranadas pupilas. El arte no se cobija en las caras galerías, sino que reposa en cada obra representativa de la naturaleza. Todavía no se ha comprendido esto. Perderse y reencontrarse minuto a minuto en la iluminación no sobrenatural ni milagrosa, sino natural, la del crepitante existir.

¿Y de qué forma yacería tranquila la claridad sin morir de aburrimiento? No. La transparencia precisa de ensuciarse para tomar conciencia de su ser. Ningún río es auténtico cuando sus aguas no han probado el hedor y se han visto emponzoñadas. La preservación es un vil engaño ¿acaso no bajan y suben las mareas? ¿quién querría la pleanamar permanente? Un sol de justicia incrementa todavía más la injusticia, si no perece y se niega a dejar paso a la brisa y épocas de fresca tempestad. El bien y el mal operan de manera idéntica. Una tierra hambrienta de suprema bondad parirá asesinos vengativos con el tiempo. A su vez, un pueblo sediento de demonios desatará una estirpe futura de ángeles, en batalla contra lo que sobreabunda. Pero esta sabiduría-fuerzas contrarias, Ying y Yang lo han llamado otros- o lo que diantres sea, quiere ser lavada con jabón y fenecer en el libro maldito del pecado y la abominación.

Hoy soy la serenidad de un lago, pero en las plácidas y silentes profundidades se desplazan circunspectamente criaturas ignotas, incluso para él.

El ajedrecista debe, por contra-imperativo categórico, adversario de la máxima de justicia universal— en su particular juego del "arte de la guerra"—hacer jaque mate a la moral. Dicho en otros términos, cuando se trata de plantear estrategias, lo único que resta importancia es vencer a cualquier precio. El mal menor no siempre está disponible. Y dicho sea de paso, tampoco es deseable dicha "mínima moralia" en el movimiento ejecutado. 

Quizá, este precedente sea la causa, por la que en política, los escrúpulos kantianos, los  principios, son tomados como debilidad y operan cual invisible entelequia, soplando en las palabras; aireadas promesas comunicadas a la población, aunque apagándose súbitamente cuando los gobernantes se retiran en solitario a sus tableros. Llevaba razón Carl Von Clausewitz, pero invertimos la frase: "la política es la continuación de la guerra por otros medios". La historia arroja consistentes pruebas de que, en el ámbito de la política-el poder-, únicamente reza una verdad: "homo homini lupus"-devorar y ganar 

¡¡¡Ay de los ilusos, que depositan su fe en alianzas amistosas y no se percatan de que cuando el aliado baje la guardia o se relaje y confíe desentendiéndose y permitiendo el "laissez faire" (dejar hacer) del compañero. Para entonces, el trono querrá ser conquistado, ursurpado y la traición será un hecho!!! El amigo, en menos que canta un gallo, se volverá enemigo. Pero no me escuchan. No soy boca yo para estos oídos. 

¿Qué es lo sabio? Usted habrá hallado sus respuestas y labrado su camino. El mío habla así: 

Lo sabio, es no entrometerse en los asuntos humanos, a menos que en la situación concreta salgas mal parado o perjudicado si no tomas partido. Demasiado a menudo por culpa del juicio, dar opiniones, se produce el desquicie. Los hombres no acostumbran a aceptar alteridades. Por tal motivo elijo la soledad. Prefiero ser un loco para el ancho mundo, que se entienda con el que acertadamente se aleja y desvaría con su aislada actitud. Aquel que tampoco opta por introducir la mano en la colmena, salvo cuando le asalta el hambre y tiene necesidad de obtener la miel. No es que tema los aguijones de las abejas. Es solo que está aburrido del zumbido.

Aquel que se toma la vida demasiado en serio está llamando a la puerta de la desgracia.

Mi mente se ubica en las serenas cimas del mundo y mi corazón está bien enraizado en la tierra. La primera es la copa, desde la que contemplar—observación, deducción y análisis—ampliamente las cosas (el bosque), mientras que el segundo comprende la voluntad y el amor a la vida terrenal, en juntura con la pasión (vivacidad-conciencia del presente) focalizada-proyectada en cada una de las actividades emprendidas. He aquí mi método de fusión de razón y emoción. En ningún momento me aparto del plano de los vivos, la suerte de los mortales. No cabalgo hacia cielos bíblicos o místicos. Mantengo firme el sentimiento, cual dura roca ante la batida del bombardeante oleaje. No me rindo ni arrodillo, mas trato de ser justo y devolver el gesto  a los valientes de espíritu; aquellas águilas que vuelan alto, pero albergan su alma bien adherida al existir. Después de todo "por mucho que el viento sople, una montaña no se arrodilla ante él”. Esta es la conquista de la voluntad.

Sin lugar a dudas, algo ha acontecido en mí, que desde hace unos meses mi cabeza ya no es un torbellino. Las ideas no se han difuminado, pero danzan un suave vals, en lugar de esas dinámicas y en ocasiones, algo atropelladas sinfonías de Tchaikovsky, Wagner y Brahms, a los que me tenía acostumbrado el coco. Por primera vez en una suma considerable de tiempo, advierto solaz en mi ánimo y hasta me permito deleitarme optimistamente con el curso de los instantes y saborearlos, paladearlos, olfatearlos, palparlos y visualizarlos en sus múltiples espectros cromáticos, con las luces y sombras correspondientes. 

Ignoro cual es el desencadenante de estos cambios acaecidos. Tal vez, a modo de conjetura, se deba a mi actitud, ahora más despreocupada, hacia la vida y la aceptación de los acontecimientos. El determinarme a no juzgar anticipadamente y simple y llanamente estar, apreciar sin perder la nota analítica, que sé que me caracteriza, por el camino, aunque con un tono notablemente más relajado. Un estado similar al del deportista, tras la sesión semanal de desbloqueo y liberación de las cargas del cuerpo y mente. Todo ello habrá contribuido a la reconstitución nombrada, digo yo. Meditar despierto: Mi viaje a la claridad mental y la armonía corporal.

¿Sabe cuál es el problema de gran parte de aquellos que se dicen a sí mismos existencialistas? Que posiblemente leyeron "Así habló Zaratustra" y no pillaron porque este bailaba:

-Un día he querido bailar como nunca jamás había bailado: he querido bailar más allá de todos los cielos.

La parábola de las cosas más elevadas no puedo decirla más que con la danza.

El cuerpo ágil, el cuerpo convincente, el Bailarín simboliza y resume un alma feliz consigo misma.
Y sobre todo, como soy enemigo del espíritu de la pesadez, tengo algo de pájaro.

Y ante todo he aprendido a tenerme en pie, a andar, a correr, a saltar, a trepar, a bailar. Porque ésta es mi doctrina: el que quiera aprender un día a volar, primero es necesario que aprenda a tenerse en pie, a andar, a correr, a trepar, a bailar: ¡no basta con batir las alas para saber volar!

¡Y que toda jornada en la que no se haya bailado una vez esté perdida para nosotros! ¡Y que nos parezca falsa toda verdad que no traiga consigo al menos una alegría!

Nuestro amor baila con sonidos sobre arco iris de todos los colores.

Regresando al texto. En otras palabras, el vitalismo, expuesto en el pasaje de la obra de Nietzsche, no es procesado o asimilado y un buen número de ellos (a excepción de los camusianos, que no se derrumban ante el absurdo), nada más que se quedaron con el concepto pesimista de "náusea". 

¿Y cómo anheláis crear, crecer, renacer si solamente  divisáis ruina y os regodeáis en la muerte? Ni 100 soles ardientes sobre el horizonte marino harían dinamitar vuestro débil pulso.  Autocompasión. La peor de las pesadeces del espíritu.

Hay llamas dentro del alma que deben celebrarse. Hacer una triunfal hoguera con el dolor y que este se abrase bien, hasta que no sea más que nimia ceniza para el recuerdo. Entonces, cabe que de la herida purgada broten las semillas del futuro jardín.

¿Has buscado el camino de la iluminación, sin descender previamente a a tu oscuridad y clavar tu pupila en los afilados dientes y garras del león, para después abrazarlo con el fuego purificador del amor? En ese caso, tu voluntad de ascender y obtener conocimiento ha resultado fútil.

En mí refulge un fuego purificador y brama un océano de reflección, tanto de las ruidosas y saltarinas horas de luz, como de la parda, callada y fría madrugada.

¿Eres ya una ciega noche, que se ha amoldado a su naturaleza real? ¿Cómo esperas divisar el sol, si aún no lo has parido/alumbrado desde el largo abismo?

Y el mundo se tornó poesía y maldijo a sí mismo, con el fin de emanciparse confesando y vertiendo a los fuertes vientos literarios sus pesares. Por fin las almas aquellos bípedos, mencionados por Platón, se volverían inmortales, plumíferas y ascenderían, impulsados por la ráfaga de las palabras, a los cielos desde el corazón de sus infiernos.

Tuviste que romper con el martillo ese mar helado en el que te habías transformado. Quebrarlo y fundirlo a elevadas temperaturas, para más tarde crear con tu magma, ser subterráneo, continentes no contemplados aún por la lente macroscópica del planeta, sus vecinos y cuerpos celestes tremendamente remotos.

La lluvia de mis ojos deja tras de sí un valle de sueños y esperanzas rotas, pero desde luego ese líquido elemento simboliza que mi cielo no es de cartón ocre ni grisácea piedra. En cambio, es rojizo como los ríos que manan por mis venas.

Mi máxima: "Tengo derecho a ser feliz y haré todo lo posible por conseguirlo". 

Si lo logro, maravilloso. En el supuesto de que falle, no habré desperdiciado mi vida, la única albergada, en tanto que es un propósito digno. Tampoco hay razones para el abatimiento. Mejor eso que rendirse al largo y amargo invierno de la desdicha—tirar la toalla desde ya mismo—, donde las horas transcurridas pesan como toneladas y el suicidio aparece en forma de un dulce elixir de escape-remedio del horror, desesperación a la que nos vemos abocados.

Lo que sientes es lo que te dices a ti mismo con el pensamiento. Demasiadas veces obviamos el diálogo interno y damos por sentado que, aquello que sucede, no depende de cómo interpretamos o valoramos cognitivamente—creencias personales al respecto—ese hecho. Terribilizar, catastrofizar. Ponernos en lo peor ¡¡¡Qué expertos somos en ese arte!!!! ¿Y qué ganamos con ello? Nada más que dosis de neuroticismo: ansiedad y depresión.

—Y ahora yo te hablo desde la otra orilla a quién una vez fuiste. La lejana voz es la del optimismo, porque al fin contempla el bello amanecer de su Ser—la aceptación—, tras haberse sumergido en las acuosas tinieblas, al cruzar la espectral laguna Estigia de miedos, rencores e inseguridades. Se alcanza así la senda luminosa. Ninguna claridad se advierte sin sombras pretéritas.

Así hablé yo.

Aprender a estar con uno mismo. Así habla la sabiduría. Por lo menos la que yo me esfuerzo en labrar cada día y sin dejar de admitir mi ignorancia e imperfecciones.

Declararse uno optimista es bien raro, pero a mi entender supone un avance o progreso en la percepción. No obstante, hay que tener bien presente lo que expresaba Heidegger: "la oscuridad siempre retorna". Cuando regrese que lo haga, la recibiré con mi nueva actitud—entra pero no molestes en exceso—, mientras tanto, aprovecharé esta etapa de "bahía y montaña despejada y en calma."

Finalmente lo comprendí. Considerarse uno optimista en un mundo hartamente pesimista es la proeza. No sucumbir al desespero. Recordando al padre de Alyssa en "The end of the fucking world”. Estar loco en un mundo desquiciado no es locura, es cordura." Ídem con el optimismo. Ni la locura ni el optimismo se lamentan. La vida es una comedia, grita El Joker. Así es amigo. Te doy la sinrazón.

El primer mandamiento deber ser:  "Ámate a ti mismo sobre todas las cosas". No es narcisismo, es autoestima. Si haces esto, el amor ajeno no será una quimera. Vendrá tarde o temprano. Quienes más alardean, acostumbran a ser aquellos cuya imagen personal se halla a la altura del betún. Debido a esto, precisan de su enfermiza sesión de automasturbación 24 horas. Bien distinto ocurre con los que se aman. No requieren de ese nivel de protagonismo.

—¿Te has sentado en una roca, y bajando los párpados, conectarte, sentirte parte de nada menos que la vida? No valoráis el instante, porque siempre andáis queriendo cazar trofeos futuros o lamentando los no capturados en el pasado. Se os escurre el tesoro del agua, y cuando por fin os decidís a beber, el río está seco. Gritar ¡¡¡Qué gran día tuve, porque supe y agradecí que estaba vivo y unido a esta belleza gratuita que me rodea!!!

—El nihilismo—esa religión atea— no es más que la idiotez de insistir en el sinsentido o nada, invalidez de por sí del propósito de la existencia, que a todos nos asalta, frente a la actitud activa (alegría) de ponerle remedio y buscarle un sentido propio a cada día. Esto último se corresponde con el vitalismo. 

Vuelvo a repetirlo. Quiero a los nihilistas a un millón de kilómetros de distancia. No sois bienvenidos al festín de la vida, que con tanto ahínco repudiáis. Siervos de Schopenhauer, Cioran y compañía, los enfermos de vuestro propio asco. Contentaros con el codiciado doloroso vacío (autolástima) durante los efímeros minutos que estéis sobre este dominuto trozo de roca. Vosotros, qué hacéis de la depresión un estado cool, guay y generador de likes—como una moda—, aunque la mayoría desconozca lo que significa de verdad esa palabra desgastada. 

Así hablé yo

La serenidad es el estado más parecido a la felicidad. La no perturbación y tampoco demasiado subidón, caso de la euforia. Curiosamente, los niveles altos en el cuerpo de serotonina, oxcitocina, dopamina, testosterona, azúcares, sales, etc casi siempre  representan un mayor riesgo, frente al bajo contenido de los mismos. Por eso, no es de extrañar que, la sensación de felicidad también se vea imbuida de esta relación, y se halle en un punto intermedio entre la despreocupación, relajación y excitación o júbilo. Esto último comprende la mencionada serenidad al inicio. La paz mental o "aquiescentia". 

La meditación es una vía para obtener este balance o equilibrio garante de lo más cercano a la felicidad. No es baladí que en los pueblos más felices de la tierra, se practiquen escuchas de sus silencios más hondos, en juntura con la emancipación de preocupaciones y una de las enfermedades psicológicas contemporáneas: el estrés.

No somos más que quejicas, protestones y cascarrabias—pequeños Schopenhauer—. Yo era, e intento no serlo, el primero de todos. Minusvaloramos lo bueno que nos pasa a cada instante, focalizados nada más que en los desperfectos e imperfecciones y haciéndolos gigantes. El quid de la cuestión, es el perfeccionismo y la frustración por no verse cumplidas las elevadas expectativas. Rabietas de niños porque las cosas no son como idealmente deberían ser. En lugar de eso hay que localizar la aceptación, que en absoluto significa pasividad o conformismo. Así se vive más feliz.

La mente es un tesoro y en absoluto la valoramos. Ni imaginamos los microprocesos de funcionamiento tan minuciosos, que se suceden en su interior. Damos por sentado que tal representación, cualquier objeto o pensamiento es poco menos que algo que está ahí, dado por entero en su completitud. 

Si analizáramos las infinitas convergencias cometidas, complementación, ensamblaje neuronal, etc. La inefable belleza de tal trabajo, suprimiría de lleno cualquier menosprecio a una idea compuesta por el dios psíquico. El ser y la conciencia a modo de espejo, reflectándose en cada vértice, ancho, lado y alto del campo ontolólogico (la realidad). 

Un regalo tan bien envuelto, cubierto, que apenas nos percatamos de ese presente. Disponible a cada minuto ¡¡¡Joder!!! ¿No es esto motivo de alegría? ¿Acaso hay que ser experto en neurología o especializado en psicología y aficionado a la filosofía (no pesimista) para atestiguar; sentarse en primera fila y visionar con la conciencia esta obra de ingeniería? ¡¡¡Qué pena andar focalizado en la mugre de la mirada proyectada por haber leído a un autor que se regodeaba en ella, en vez de deleitarse con el cosmos que lleva la persona dentro de sí.

La mente es un denso bosque y no todos están dispuestos a podar algunas de sus ramas, que impiden ver que se encuentra más allá de las tupidas hojas y recibir la claridad de un nuevo sol. 

No me he vuelto positivo, amante de la vida (apreciador del momento), por un hecho milagroso. Primero tuve que sumergirme en mis temidas y atormentadas tinieblas, para advertir la rendija de salida del infierno autoconstruido con gran esmero; la jaula del pasado, con el eco de sus gritos de cólera, promesas de revancha, remordimiento y angustia ante la incertidumbre del porvenir, concebido este como un interminable mar de nubes negras. Un Mordor, tierra inhóspita, baldía, de muerte expandida a la temporalidad no nacida y arrasada por el los polvorientos años. El presente es lo único que resta y tiene existencia ¿sabéis esto ya o seguís siendo funestas sombras de lo que ya fue y será? 

-Así hable yo

¿Por qué de lo pretérito rememoramos sobremanera lo negativo? ¿Cuál es la razón de que los vientos de tristeza azoten tan intensamente el corazón con el recuerdo, mientras que los episodios de alegría apenas constituyan más que una suave brisa?

Mostrarse uno positivo, desde el alba hasta el ocaso, no es ser ingenuo. Por el contrario, contrae no amargarse y tratar de visualizar, aprovechar los puntos en favor. En otras palabras, virar el barco, colocándolo de costado a través de la panorámica optimista (que no infantil, de pensar que "todo es maravilloso y no existen los problemas"), con vistas a aguantar con tesón el timón del navío con la embestida del oleaje y la colisión contra escondidas  rocas o témpanos flotantes durante las largas noches de nula luminosidad. Luchar en lugar de zozobrar; irse las posibilidades de reacción a pique ante cualquier obstáculo a la vista. 

El optimismo, tan denostado y asociado, reducido al coaching, autoayuda o prácticas similares. La nombrada actitud es un signo de valentía, rebeldía y hasta—a diferencia de lo que se defiende en los círculos filosóficos y de otras disciplinas, crítica— en tiempos de arrojar la toalla y cavar un agujero bien hondo en la tierra, o bien tomar el primer cohete con destino al frío e inhospito espacio y abandonar el planeta, condenado a su extinción. Ello es debido, en gran parte, a la gigantesca fuente e impresión en la población mundial (fenómenos de importante malestar acaecidos. Negarlos resultaría un autoengaño e hipocresía)— de una tempestad pesimista, de tono apocalíptico—distopía real—, manando por doquier. 

Si a lo precedente le adherimos el brote de nihilismo existencial (nada tiene sentido, la existencia se hace insoportable) como ley de causa-efecto del clima desalentador, tremendamente aplaudido el absurdo como cese de cualquier resquicio de luz en el lejano horizonte, ya obtenemos el cóctel idóneo para mandarlo todo a tomar por saco. 

El absurdo como tragamundos lo digiere todo. Las investigaciones en otros apartados dejan casi de atenderse y asistimos a los rezos, cánticos del desastre, a las voces ensordecedoras de lo mismo una y otra vez. "La nada, todo apesta, somos una plaga, por qué no nos matamos al fin, debes odiarte y odiar a los demás" y bla bla bla con sus trigésimos millones de likes en las social networks. 


Y sí. Por supuesto que los casos de aumento de depresión registrados, se ven apuntalados por las creencias albergadas y la filosofía predominante acrítica con lo nefasto, pululante en los contextos virtuales. Una metarreflexión renunciante de la dialéctica (tensión entre términos contrarios), contemplado lo adverso como referente en exclusiva de la protesta y sectarismo en masa de la sombra. ——Dejen entrar a Sauron, con sus ejércitos de orcos y los Nazgul (jinetes negros) anegando el mundo y las mentes de absoluta oscuridad. La filosofía se torna en un pozo de penas y muro de lamentaciones pasivo. Un instrumento divulgador de las ganas por reunirse con la parca cuanto antes. Irónicamente, Nietzsche es vitoreado, al tiempo que se le traiciona vilmente alimentando la idea de que la felicidad no está en la vía terrenal.

jueves, 16 de enero de 2020

—¿Te has sentado en una roca, y bajando los párpados, conectarte, sentirte parte de nada menos que la vida? No valoráis el instante, porque siempre andáis queriendo cazar trofeos futuros o lamentando los no capturados en el pasado. Se os escurre el tesoro del agua, y cuando por fin os decidís a beber, el río está seco. Gritar ¡¡¡Qué gran día tuve, porque supe y agradecí que estaba vivo y unido a esta belleza gratuita que me rodea!!! ¿Cuándo serán pronunciadas estas palabras por esos labios secos de nihilismo? Os ahogáis con esa náusea y deshidratado lleváis el espíritu ¿Alguien hoy no ha hablado y superado el absurdo, de sobra conocido?  Alzo la vista y solamente observo marchas existenciales fúnebres. El sepelio no dista de vuestros apáticos despertares y larvales caminos a la tumba de sábanas y almohada. Todavía no bailáis ni celebráis la fiesta del oxígeno.

Así hablé yo

domingo, 5 de enero de 2020

Mi mente se ubica en las serenas cimas del mundo y mi corazón está bien enraizado en la tierra. La primera es la copa, desde la que contemplar—observación, deducción y análisis—ampliamente las cosas (el bosque), mientras que el segundo comprende la voluntad y el amor a la vida terrenal, en juntura con la pasión (vivacidad-conciencia del presente) focalizada-proyectada en cada una de las actividades emprendidas.

He aquí mi método de fusión de razón y emoción. En ningún momento me aparto del plano de los vivos, la suerte de los mortales. No cabalgo hacia cielos bíblicos o místicos. Mantengo firme el sentimiento, cual dura roca ante la batida del bombardeante oleaje. No me rindo ni arrodillo, mas trato de ser justo y devolver el gesto  a los valientes de espíritu; aquellas águilas que vuelan alto, pero albergan su alma bien adherida al existir. Después de todo "por mucho que el viento sople, una montaña no se arrodilla ante él”. Esta es la conquista de la voluntad.