sábado, 25 de marzo de 2017

MICRORRELATO II

No es que súbitamente se hubiese tornado en una persona menos sensible y nada receptiva hacia las preocupaciones y necesidades ajenas. 

Lo que había sucedido tenía su explicación y es que poseía más seguridad en sí mismo, por lo que los hirientes reproches que su antipático y gorfinflón jefe le lanzara, así como las burlas de los oportunistas buitres que tenía por compañeros de oficina poco le afectaban ahora. 

Al fin se sentía con la confianza suficiente para que la lluvia de balas no le hiriese, y con el ánimo para encarar a su desagradable superior mandándole al cuerno.  

Llevaba un resistente chaleco protector, el cual había sido fabricado gracias al aumento de su autoestima, fruto de aquel último viaje donde había conocido a su nueva e inseparable mejor amiga Jane, la psicóloga y fotógrafo freelance en sus ratos libres. 

Jane le había hecho percatarse de la importancia de quererse más y reconocer su valía personal y profesional, aprendiendo técnicas que posibiliten esquivar y frenar las ráfagas de comentarios negativos proferidos por cualquier cerebro con problemas de empatía. 

En este momento el orondo rostro de su barrigón jefazo arrugaba el entrecejo y sus grandes ojos marrones se colmaban de incredulidad, mientras escuchaba de que manera su antes timorato y debilucho empleado se despedía de un curro esclavista, en el que el mobbing (acoso laboral) era el ritual practicado a diario por sus miembros caníbales del respeto mutuo. 

Una vez que se hubo enfrentado al abusador gerifalte de la empresa ante el asombro de los presentes, salió por la puerta del ascensor para reunirse finalmente con la libertad, y andar tras un empleo en el que se respire humanidad y no se empleen tácticas del darvinismo social. 

Debido a su acción reivindicadora de dignidad, su satisfecho cerebro le recompensó con el esbozo de una gran sonrisa en su semblante. Ya no se acobardaría más. 

Dirigiría una firme mirada a los bravucones con los que se topase sin titubeos ni amedrentamientos, era inmune a cualquier arma psicológica que pretendiera encañonarle. El mundo se abría ante él, como esa curva parabólica trazada en su faz. 

Jorge Beautell Bento 

25/03/2017

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