viernes, 28 de agosto de 2020

Ahora lo comprendo. Antes pensaba demasiado y sentía bien poco. Mi significado, el que le asigno yo a la existencia, está en las emociones, y pese a ser el mismo volátil y durar poco, disfruto—activo los centros cerebrales del placer—de ese diminuto periodo de espacio-tiempo. Kant señalaba, con acierto, que "la razón humana se angustia con preguntas que no puede suprimir ni tampoco responder." En cambio, focalizarse en la sensación en sí misma lleva a la despreocupación, al cese de la desesperación de una nada ausente de respuestas anheladas, y sin más irresoluble localización de sentido, porque admitámoslo, no lo tiene. Aceptación.

jueves, 27 de agosto de 2020

¿Dónde floto en este breve y determinado-indeterminado instante, y que ya no es cuando se lea? 

En torno al nihilismo existencial y empero, no me aparto del todo del realismo. El sentido implícito de la vida no existe. Si bien no podemos escapar de la representación humana, de acuerdo con las investigaciones—cierto que a cargo de nuestra especie—hay algo más allá de ella, otras formas de vida y el universo es infinitamente más inmenso que nosotros—aunque a su vez esto responda a una medida humana, pero como no podemos sino describirla desde nuestras concepciones antropomórficas, carece de sentido hablar de la misma como absolutamente independiente de nuestra esfera, empero, por lógica, como organismo, forma de vida más, cabe deducir que se comparten atributos o rasgos elementales extra-linguísticos con las demás, aunque en lo tocante a su definición, conocimiento y estudio, de nuevo recurrimos al cerebro humano y sus multivariadas proyecciones y dimensiones. 

Toda verdad contempla varias vías, y por tanto jamás una obra en solitario. De lo anterior se deriva que el idealismo—localismo— ,en efecto, es compatible o computable con el realismo—universalismo. El Ying y el Yang, fuerzas opuestas, conflictos, regularidades comunes y singularidades caóticas que conforman el gran Todo—Nada. En síntesis, que deseo y no me importa vivir con ese vacío existencial, porque sé que en medio de las sombras está el valioso y fugaz presente—el destello de la conciencia— y este es el único que merece atención y, especialmente, aprovechamiento.

lunes, 24 de agosto de 2020

 Si la belleza durase para siempre, dejaría de ser apreciada como tal. Es lo efímero aquello que confiere valor a todas las cosas. No es de extrañar que el sentimento de lo trágico empapé la conciencia de la pérdida, y al tiempo confiera fuerzas a la máxima —Carpe diem—¡Aprovecha el momento! Si dicho momento jamás expirase, importaría bien poco exprimir el jugo, disfrutar mínimamente y la existencia se antojaría una terrible agonía. Compadezco a aquellos que anhelan la condición de inmortales, pues no distan de transformarse en tristes y apagados espectros, quienes jamás se sienten complacidos y saciados. Se hallan condenados a vagar en un estado intermedio entre la vida y la silenciosa penumbra; impotencia por contemplar la primera cual espejo, empero, privados de acariciarla, a la par que se les impide abandonar el tedio al que un dilatado segundo, tornado en siglos, les conduce, y donde ya ni se acuerdan del tiempo que sus mórbidos miembros disparan alaridos y lamentos.

martes, 18 de agosto de 2020

Iba sentado en el vagón número 0 del tren con destino "Ninguna parte". Atiborrado el organismo con toda suerte de antidepresivos y fármacos destacados. Pletórico y en semejante estado alterado de conciencia pareciera que finalmente dejaban atrás el Hades terrenal y alcanzaban el mítico Nirvana. Nada más lejos de la realidad. Al tiempo calculado de pérdida de efecto de los medicamentos, le invadió una apatía más aguda que la del peor de las agonías y castigos testados por la imaginación. Fue entonces cuando constató que valía el mismo precio continuar la travesía sobre los raíles que apearse del transporte. Su cerebro indiferente optó por la última de las opciones. Seguidamente, tiró todo el arsenal químico de las industrias farmacéuticas y sueldos de psiquiatras. Prefiero pasar por un sujeto infeliz, pero emancipado de cadenas que un esclavo hasta las cejas de inefables alucinaciones. Después de todo, la Matrix no desaparece. —Mi única elección— dije para mí. En aquella estación olvidada y apartada, me fijé en que había una senda vedada por matojos y zarzas. No tenía ni puñetera idea de hacia dónde conducía, pero menos daba una piedra. Este es mi mínimo albedrío. 


Anónimus