miércoles, 29 de abril de 2020

REFLEXIÓN SOBRE SARTRE, LA FÍSICA CUÁNTICA Y LAS RAMIFICACIONES DEL CO-VID 19

La actualización, en conceptos físicos contemporáneos, por tanto cuánticos o de partículas, de "La náusea” de Sartre, respondería al intitulado: "El maullido de Schrödinger". La intervención del azar y la imposibilidad de referir con certeza el porvenir, nos inducen el estado de agonía vivido por el  protagonista. Las cosas pueden ser y no ser, ocurrir o no al mismo tiempo y hemos de asimilar esta incógnita en la naturaleza y tejido de la propia realidad.

El observador es quien determina el desplazamiento de las micropartículas, miniaturas de los fenómenos captados, alterando su dirección conforme fijemos la mirada a un lado u a otro del espacio, resultandose imposible con ello calcular la ubicación exacta de dichos elementos cuánticos, de luz, en cuestión de nano segundos. Apoyados en los anterior, observamos como la traducción contemporánea de la náusea sartreana, no es otra que la materialización corporal-mental—el golpe derretidor, en la conciencia del sujeto—del aleatorio principio de incertidumbre.

De esta manera, con la fase de "desescalada", intento de devolver la normalidad, poco a poco, a nuestras vidas, el CO-VID 19 sujeto a este principio, nada más que puede alumbrar el 50% de éxito o fracaso equidistantes o con el valor idéntico, como ese gato del experimento, vivo y muerto simultáneamente, y con los dos estados posibles como vía única de respuesta. La náusea y el mayido [maullido] resuenan, contemporáneamente, con más estruendo que jamás en la historia, en medio del espeso silencio y sombra del porvenir.

El ridículo no es otro, que en los crudos tiempos de epidemia, quejarse de la imposibilidad de adivinar de los políticos y científicos, optando los críticos de las acciones de estos por apropiarse del papel que ocupaban los antiguos sacerdotes y profetas, reveladores de una verdad puramente especulativa.

lunes, 27 de abril de 2020

Esto que sigue a continuación, me lo ha enseñado la filosofía moderna de Descartes [método], Leibniz [sistema], Spinoza [orden geométrico] y Kant [imperativo categórico]:

Difícilmente la conciencia moral se puede articular en el individuo careciéndose de un mínimo orden o concatenación de principios, al modo de supuestos/conjeturas válidos para resolver una operación matemática de geometría, álgebra o aritmética. Pongamos de ejemplo el socorrido teorema de Pitágoras.

Conforme se desplazan los meses, me percato más de la primacía del asentamiento y enlace entre los elementos participantes en la expresión de la respuesta moral, con vistas a despertar la idea de la justicia y obrar con ese concepto, tan resbaladizo aunque esencial: la responsabilidad, de la que emana la solidaridad [la preocupación por el otro y que también es uno mismo]

Me muestro escéptico con el nivel de compromiso de alguien autodeclarado absolutamente nihilista y similares, renunciantes de las preestructuras señaladas [esos principios elementales en la deliberación] en anteriores párrafos y que pretenden obrar desde un improvisado y mareante torbellino.

domingo, 26 de abril de 2020

Con cada salida del sol, rememoro con mayor nublamiento y resta de atención los acontecimientos pretéritos. Conjeturo que es una buena señal no posar demasiado la mirada en el sendero recorrido, salvo para caminar, con menos tropiezos, en aquel dispuesto ante la retina. Aquello que en su día me perturbaba y desataba estados insomnes en las madrugadas, en la actualidad adopta la forma de menudencia. Jean Paul Sartre lo describía, con más atino que yo, en la novela "La nausea": "Hoy los extraños sentimientos de la semana pasada me parecen muy ridículos: ya no me convencen". La venganza, por citar un ejemplo de cobrarse y traer a la mente un viejo agravio, es un plato que se sirve en frío, no porque lleve un margen de tiempo urdirla, sino porque ya está podrido—en desuso semántico—su "leitmotiv".

viernes, 24 de abril de 2020

"El optimismo de la razón en la voluntad débil".

A día presente, soy más creyente de la razón que de la voluntad [la intención o propósito, compromiso de llevar a cabo alguna promesa]. A la inversa de Gramsci, soy un optimista de la razón y un pesimista de la voluntad, y bien pudiera darse la impresión de que las proposiciones descritas son contradictorias, al sentenciarse que la razón viene determinada por la voluntad. Señalo que esto no es así. La voluntad es más débil de lo que los individuos suponemos. La pretensión de que mediante la voluntad emergerá cualquier transformación, se ha demostrado como falaz o difícilmente cumplimentada en la praxis, si nos atenemos a la dificultad de permanencia en los fines, concebidos muchas veces a largo plazo; con las consabidas interrupciones, los cambios de parecer/opinión, la inmiscuición de los deseos, descenso de motivación desbaratando las promesas [ejemplos las de año nuevo, abandonar malos hábitos, etc.]

Aún cuando, a los ojos, se tuviese la percepción de que el argumento aportado en el párrafo anterior parece volverse enemigo de la razón, expondré por qué no sucede.

En primer lugar, la razón comprende la forma de emitir un juicio, y cuanto mayor conciencia o autoanálisis, se desprenderá un manejo mejor de la gestión de la voluntad, al reconducirla cuando esta decida desprenderse o huir, cual animal doméstico al que sacamos a pasear y echa, repentinamente, a correr desprendiéndose de nuestro lado, con el inevitable extravío del camino trazado y la sensación de deambular, intermitentemente, y sin arribar a meta alguna.

La filosofía ha fundamentado, históricamente, que la práctica del análisis es equiparable a una persona que se apuntara en un gimnasio y en principio fuera de delgadez extrema , pero con perseverancia [buen uso de la voluntad gracias a la razón] logra incrementar, a través del ejercicio cotidiano, su musculatura y resistencia física. Y esto precedente no cabe ser falso, porque, fácticamente, cualquier estudioso de una especialidad debe, por necesidad, adquirir destreza en el campo investigado, el cual requiere del correcto funcionamiento de las facultades del entendimiento. Y puesto que el razonamiento es la casa de la filosofía, se deduce que únicamente la voluntad conseguirá ser orientada, adecuadamente, con el concurso de la meditación e introspección de su misma causa, racionales, siendo además imposible que la voluntad, por sí misma, sea garante de éxito.

Al apoyarse en el río de las vivencias, detectamos como es onírico lo anterior—que la voluntad sea válida y autosuficiente—, por lo que la voluntad necesita del músculo del cerebro atribuido a la razón y análisis.  En juntura con lo previo, la filosofía comprende la empresa de traer los impulsos y movimientos, normas inconscientes a la conciencia, poniéndose de manifiesto, a la vez, que el autoconocimiento es similar a encender una parcela de luz en una habitación en penumbra y que, por lo tanto, una parte debe verse revelada, y que si se potencia la introspección, por reducción al absurdo, más estancias deberán verse iluminadas conforme transcurra el tiempo.

Con ello, se concluye que la voluntad con origen inconsciente, conforme brota en la operación reflexiva del entendimiento, debe tornarse visible con mayor grado y de este modo, la voluntad solamente puede ser reeducada, al modo de un viento autónomo, valiéndonos de la actividad intelectual brindada por el artefacto lógico-analítico, cuya síntesis constituye la crítica, la brújula que previene que nuestro fiel amigo perruno—metáfora de la voluntad— nos abandone a la mínima ocasión, y al tiempo, quizá frenemos tantas corrupciones, desviaciones y cortocircuitos psíquicos, en lo tocante al complejo y delicado cableado entre las creencias y los deseos.

miércoles, 22 de abril de 2020

RELATO

El Conejo Blanco sale disparado, como una bala y con el mecanismo de la creación de un relojero, en mano. La angustia le oprime. El carrusel de minutos no debe perecer. El ser y el tiempo conejiles se imprimen en la propia escena y el organismo del animal. El texto traspasa la carne; interpretación de la fisiología y disección psicológica ad consecuenciam. La angustiosa mente cableada con el tenso cuerpo. La posibilidad de la muerte, el sum moribundus (ser muriendo), acontece para el pequeño roedor de orejas puntiagudas y largos bigotes. No hay tiempo que perder. La vida se esfuma en un, onomatopéyico, "ñam ñam".

El resplandor de una conciencia del ser para la muerte come-zanahorias y lechuguero. —¡Tengo que arribar a mi cita puntual! Retrato del sujeto kantiano alienado, enajenado por su yo obsesivo compulsivo del orden y la variante sucesión caótica, externa a sí.

No hay otro lado del espejo para este. La vitrina misma de la conciencia reposa en la intuición sensible del tiempo, ensamblada con las demás categorías del entendimiento abstracto. Las etiquetas que le hacen saber que es uno, blanco, en un lugar concreto [situación], permanencia, aunque se desplace, y que en el supuesto de abandonar el sprint, deberá acatar un efecto. Concluye que la causalidad es universal y por lo tanto necesaria.

Aparte de este batiburrillo de la revoltosa filosofía moderna kantiana, resta mentar que el conejo no corre alingüísticamente y al tún tún.

Comprende un imperativo categórico—movido por el deber—rebatir a Heidegger y otros mal-entendidos partidarios de la bifurcación metafísica del humano racional, luego lingüístico y el concepto especie ajena. El conejo no es un ser pobre en el mundo. El conejo conejea, porque lenguajea. El conejo, además, comunica en su mundo particular estados varios.

La contradicción se traza, si se amputa al conejo su ser para el lenguaje. De probarse la pobredumbre lingüística, desde hace mucho ya no se hablaría de conejos ¿Pues cómo articularon las llamadas, relaciones entre unos y otros? Su concepto nominal—sustantividad— habría sido barrido de este otro, historia de la evolución. La simpática anécdota, relatada por el filósofo Quine, acerca de la confusión y complejidad de un intérprete en una tribu para distinguir entre sombrero y conejo—denominados ambos "gavagai"—constituiría un episodio de delirio febril analítico [filosofía sajona] del lenguaje; algún disparato experimento mental de una entidad mitológica al modo del unicornio, insertada dentro de los parámetros de la lógica.

A la zaga del conejo, corre la joven Alicia que a diferencia del animal saltarín kantiano, habita despreocupada en la intuición estética; la imaginación del genio artista y vía de escape del Übermensch [superhombre] Zaratustra. El país de las Maravillas, lugar donde la posibilidad de no ser es aún real, y pese a todo, la lógica salpica los múltiples escenarios—pensamiento divergente—contemplar otras vías o caminos [aumento del hipocampo cerebral]. En cambio, la poco creativa humanidad construye, inconscientemente, esta dolorosa prisión llamada existencia.

domingo, 19 de abril de 2020

IDEALISMO MATERIAL Y MATERIALISMO IDEALISTA RACIONAL

En esta fase de mi rollo filmográfico, llamado vida, he constatado que el mundo y la realidad existen y que gracias a la razón, descubrimos esas verdades necesarias y que hacen que sean así y no de otro modo.

El mundo contiene un orden en sí mismo, pero solamente lo captamos desde las leyes del pensamiento racional, aunque no invalida que el orden exista. El orden y la coherencia se descubren.

Desde hace mucho se ha considerado a los animales como seres irracionales, pero si los animales participan de esas verdades comprobables por nosotros, nos veríamos obligamos a deducir que los animales son racionales, debido a que su respuesta ante nuestros patrones debería resultar desordenada y no conincidir con las verdades de la razón que hacen que el mundo sea. Es decir, que los animales en el caso de no ser racionales, romperían con las reglas del mundo que les integra, puesto que lo racional no se emparejaría ni confabularía con lo lógico respecto de falta de entendimiento. El entendimiento por tanto no está exento en los animales al recibir y devolver las verdades del mundo en sí.

Las ideas son materiales, puesto que el mundo es material, aunque se abstraiga o teorice—sea pensable— y "la razón no es contraria a la naturaleza" como declaraba Spinoza. La naturaleza, si bien tiene aspectos espirituales-conceptuales o simbólicos, por necesidad precisa de un estado anterior con el que guardar cohesión y ligarse. Luego lo espiritual debe verse imbuido por lo material.

El idealismo es material y el solipsismo [la idea de un yo único arquitecto de la realidad y sus diferentes miembros o elementos] un malentendido de la comprensión de la realidad. Conocemos el mundo en su esencia con la razón, esos principios innegables que dan forma al resto, cuáles mónadas o sustancias simples—elementales— y que encadenan la realidad. Lo complejo o compuesto debió surgir de lo simple por el principio anterior demostrado—lo de después debe contener el antes para ser después. Los demás seres y el mundo guardan las verdades de la razón y convienen con ella.

La locura no está certificada en el cumplimiento de la norma social, que es contingente [probable de ser cierta o no], sino en una interpretación ajena a esos principios de la razón, análogo a un primer género de potencia o de conocimiento. Por eso, en ocasiones, ante los episodios de delirios y desvaríos vislumbramos notas mínimas de lucidez y hasta de brillantez y genialidad, por un necesario nexo básico con lo racional.

De este engranaje primigenio racional emergen todas las cosas.

sábado, 18 de abril de 2020

RELATO BREVE

RELATO BREVE

Una anodina mañana más de confinamiento. Sales al balcón. Tus pulmones inhalan el símbolo "O" en la tabla periódica. Se me escapa cuál era su valencia. La química nunca fue mi fuerte. Acabo de ver penetrar una mosca en el salón de mi casa.

El insecto se comporta como atontado, vuela en círculos y pareciera que su brújula biológica esté averiada. En este instante, se posa en la pared y permanece ahí un tiempo considerable. El suficiente para que después de haber acudido a la cocina a prepararme mi imperativa aromática pócima desperezadora, al regresar a la zona, el díptero no se haya movido ni un milímetro de la superficie, camuflándose con ella, tal que si de un boquete horadado, con el fin de colgar algún cuadro, se tratase.

Prosigo mis tareas habituales, que tampoco es que excedan en cantidad, debido a este periodo de estado de alarma. A las dos horas, retorno a la sección precedente y para mi sorpresa diviso el punto sombrío y quieto en la pared blanca.  Me quedo en estado meditabundo, fijando mi marco de percepción en la marca; el ser vivo. De repente, un intruso del mismo reino animal, hace incursión cual misil teledirigido, en la habitación.

De acuerdo con mi escaso conocimiento en entomología [rama de la biología encargada de estudiar los insectos], juraría que se trata de un avispón. Su camisa a rayas le delata, junto a la forma ovalada de su rostro, con esos ojos amenazantes y el pincho escorpino en posición perpendicular. El depredador pasa velozmente a mi lado, en dirección a la singular ínfima esfera vital que mancha, en símil con un perro dálmata, la monocromática pared.

Entonces, la diminuta señora alada despega y recupera el norte perdido. Su nimia y tediosa existencia cobra un significado al verla peligrar. El avispón anhela saciar su apetito y probar la verdad de la cadena alimentaria. La mosquita acelera a modo de una flecha impulsada por el mejor arquero: Robin de Loxley, apodado Hood. Su perseguidor no duda en competir en velocidad y los dos se esfuman  en microsegundos.

Testigo directo de esta escena, constato que necesitamos de la emoción e incluso valernos del miedo, con objeto de atribuirle valor a esta obra teatral que, ridículamente, intentamos llevar a cabo.
El guión nos lo proporciona esa tensión, la emoción; un relámpago en la conciencia de saber que se está vivo y que no es otra que la voluntad de querer vivir. Flashback de la proposición 6 de la tercera parte de la Ética de Spinoza: "Todas las cosas se esfuerzan por perseverar en el ser".

No distamos de esa mosca, confundidos y adormilados casi las tres cuartas partes del tiempo en que estamos despiertos. Inclusive, hay veces en que en los sueños hallamos más razones que en la vigilia. Esos pasajes oníricos que tímidamente recogemos, fragmentos que se escurren como un rompecabezas incompleto. Hasta en los sueños precisamos de una violenta sacudida, experimentar la conducción de la electricidad cerebral que nos libere del aturdimiento existencial.

jueves, 16 de abril de 2020

La agonía del pensamiento crítico

Respiramos una época donde apostar por el auténtico pensamiento crítico, es sinónimo de dogmatismo o bien ligado a estar uno vendido a los poderes fácticos operantes en la sombra.
En cambio, optar por respaldar oscuras confabulaciones, cuanto más infundadas mejor, se ha transformado en la casa de la crítica y con el esgrimiento de razonamientos espúreos en boca de la verdad. La crítica ya no se reconoce a sí misma, en tanto que se ha invertido su función en el pensamiento común o cotidiano, conduciéndola a "desconfia porque sí" [sin duda razonable], "rebate al son de fuentes poco fiables", llamadas alternativas y véndete al influencer que más likes acapara en las plataformas sociales.

De este modo, agoniza la filosofía seria y con criterio, la de ese pasado no tan lejano, cuando aún la reflexión era cauta, prudente y se guiaba por un método o camino. Entonces se preocupaba por investigar, contrastar, demostrar falso y verdadero mediante argumentos una idea y no entrar al trapo de intereses ideológicos—por mera conveniencia— en lo tocante a la verdad y falsedad. No jugaba tan descaradamente a la política de amigos y enemigos.

La filosofía se halla en un terreno resbaladizo, entre sucumbir a la peor de las supersticiones y el lado más acrítico, en palabras de una comunidad pseudo-pensante (falsamente pensante) residente en la ciudad de la opinología. En efecto, la filosofía peligra de volverse pura doxa [opinión] y traicionarse a sí misma.

martes, 7 de abril de 2020

Reflexión a partir del Tratado de la Reforma del entendimiento" de Baruch Spinoza.

¿Y no será que, contemporáneamente, hemos hecho de la duda nuestra máxima universal y que apoyados en esa vacilación irrefutable, nos equivocamos tanto y cada vez con mayor frecuencia, por lo que ensombrecemos cualquier idea verdadera alumbrada, al concebirla como probable o contingente, luego derivando de ello, la imposibilidad de discernir entre lo verdadero por necesidad y lo falso a conveniencia?

Llámanos, imprudentemente, precozmente, progreso a invertir una idea o bien someter a cuestión un razonamiento que, por ejemplo, se ha demostrado mediante cualquier análisis irrebatible, por mera ansia de que nuestro insignificante nombre, eclipse al de otras grandes mentes pasadas.

Cuando no se cuenta con argumentos ni fundamentos, únicamente se plasma la ignorancia en la que estamos todos y cada uno de nosotros inmersos. Y esta no tiene pinta de querer decrecer, sino que apunta en dirección, peligrosamente, ascendente. He ahí la diferenciación entre opinión y conocimiento, la imaginación o apariencia, frente al entendimiento o estudio e indagación de las causas verdaderas y no aquellas que, por mero arbitrio o conveniencia de la mente, se dispongan como verdaderas e indubitables.

La duda no escapa al dogma del confinamiento en la propia duda y el error, a consecuencia de persistir en su confortable e interesado desorden, en el que cada quien, desde su isla particular, se asienta.

jueves, 2 de abril de 2020

La realidad, para cualquier subsistema o componente en su conjunto, comprende un sistema común. Por más que queramos, no es posible romper ni salir del sistema, porque desde que se quiebra, enseguida se rediseña y sigue comprendiendo otro sistema ad infinitum.

Somos seres ontológicamente, biológicamente-psíquicamente sistémicos. Las denominadas crisis existenciales no son brechas en el sistema, sino el rediseño o reajuste de dicho sistema; acomodación o reajuste-reequilibrio. La duda no lo quiebra [al sistema] en una suerte de desfase, un punto muerto asistémico. La duda entraña la adscripción o apertura de ese sistema, colocándole nuevos elementos que conforman esos caracteres dubitativos.

A primera vista, los dos medios exclusivos de abandonar el sistema recaerían en el sueño y el beso de Thanatos [muerte]—¡Qué bella es la muerte y su hermano el sueño!—Palabras del poeta y literato romántico, Percy Shelley, mas en la primera, tampoco me atrevo a hablar de no funcionalidad sistémica-sueños involuntarios-. La otra vía es la mentada muerte. Sin embargo, la muerte tampoco verifica el cese del sistema, en tanto que los componentes descompuestos se alimentan entre sí.

De esta manera, habría que aceptar esa dialéctica  triádica hegeliana—conflictos pero sin cortes en unos nuevos, cambios, transformaciones como modos o formas de ser del sistema—en sintonía con la continuidad citada por Leibniz y su obligada no destrucción o perturbación sistémica del sujeto en cuestión. Se podría respaldar a Sócrates en el diálogo platónico del Fedón: La parada cardíaca, el enfriamiento de la sangre y la carne, no significan el final del camino de la vida. "Subaespecie aeternitatis sumus"- El alma es pues eterna y se reproduce en el sistema. Armonía holística [global o general].

El sistema, análogo a la sustancia de Spinoza, es causa de sí mismo y no cabe su disolución en tanto que es infinito. Los humanos y demás especies somos modos finitos, formas de ser del sistema. El sistema es la cosa en sí misma que todos identificamos como pertenecientes al mismo, sin importar que lo clarifiquemos con un batiburrillo de etiquetas o categorías diferenciales.

El nombrado sistema permanece en su totalidad inalterable y somos dependientes del mismo. Idear un sistema es asignar variables mínimas del sistema anterior. La contradicción requiere del sentido para hallar, a continuación, el contrasentido.

Asistemáticamente, aislados de la sustancia, no cabe ningún pensamiento o movimiento del cuerpo. Las emociones representan el motor de arranque del sistema vivo, empero los sistemas no vivos también comportan subsistemas y son inmanentes [se hallan dentro del sistema, aunque generen su sistema autónomo dependiente del sistema principal o sustancia].

J.B.B