miércoles, 29 de diciembre de 2021

Cerebro y mecánica cuántica

 Para mí el cerebro funciona a escala cuántica. Crea predicciones y hasta que se produce la medida en el ambiente, donde se decanta la más probable conforme a estados anteriores o bien la predicción que el sistema considere como útil para su presupuesto corporal. Hasta esa decoherencia o análogo al llamado colapso de la función de onda en la mecánica cuántica—medición—con el darvinismo cuántico, una batalla entre las predicciones para ver cuál se ajusta más alostasis— preparación del organismo ante posibles cambios del entorno—, no hay una fija. 

El organismo valora diferentes opciones como los colores de las partículas que yacen indefinidos. La predicción vencedera es la que se ajusta a lo que el sistema considera útil en ese momento, liberar cortisol, dopamina, oxitocina, acelerar el corazón, ralentizar el pulso, bien haber comido algo y mayores niveles de glucosa en sangre, cambiar las rutinas y ofrecer nuevas redes cerebrales, un reajuste donde se cambian las predicciones que se tenían previamente. El significado que confiramos a una circunstancia también altera el organismo. Un reto puede generar inquietud o bien todo lo contrario, motivación y adrenalina que son positivos para superarlo. Sentir nervios antes de un examen es señal de que el organismo se prepara para un desafío y no tiene por qué ser negativo si lo definimos nosotros como una oportunidad de lograr una meta, liberándose dopamina entonces, una gratificación fruto del esfuerzo de haber estudiado. 

Al leerme, estás sintiéndote mejor, contento, animado y eso es porque el cerebro dispone de una red del lenguaje, y en efecto, según la neurociencia, las palabras generan un impacto en nuestra biología, crean sensaciones, emociones y sentimientos, sanan o enferman. Lo que pensamos, nuestras creencias determinan la manera de percibir el mundo. 

Aquel, el mundo no está ahí fuera ya en lo tocante a la realidad social. La realidad física no son más que ondas y partículas de luz. Las emociones son señales cuyo valor depende del que le demos. Nadie está homogéneamente alegre, triste o enfadado. Inclusive, se puede estar con un ceño fruncido y eufórico como cuando se gana una competición y se grita. El tenista español Rafael Nadal es un buen ejemplo de ello. 


Jorge Beautell Bento 

29-12-021