sábado, 6 de agosto de 2022

Del arte y el auto conocimiento

He llegado a la conclusión de que el arte es el único ámbito auténtico donde nos conocemos a nosotros mismos ¿por qué? Porque el arte es un monólogo interior donde, nos guste o no, brotan hacia el exterior los secretos y temores que guardábamos bajo llave. En el arte uno contempla al ángel o el demonio que uno es y no es plato de buen gusto. Así, el arte está unido a la soledad, la introspección. Sumado al apartamiento del mundo, la realización de una actividad personal artística nos pone en contacto con las tinieblas y las luces de la identidad. Cuanto más nos apasione dicho acto, mayor será el auto conocimiento, pues los cielos e infiernos del yo se abren con la pasión en estado de aislamiento. 

¿Y quién soy yo? Lo averiguo cuando toco un instrumento, pinto o compongo un poema. Si el estilo es más melancólico o alegre, mayor inclinación a lo simbólico o a lo directo, concreto o abstracto. Temáticas recurrentes al expresarse artísticamente que son las tormentas que todavía truenan en la bóveda interna ¿Maldito o bendecido? Más diría que la mayoría de artistas se desplazan hacia la maldición o el castigo, al modo del rebelde Prometeo devorado su hígado por un águila o Lucifer, el prototipo de ángel caído, expulsado del reino de los cielos. Inadaptación, el Salón de los Rechazados del pintor Gustavo Courbet. El que se adentra en las sombras anda tras su oscuridad... 

Rara vez quien se aventura por ese pasaje, cruzando una Laguna Estigia del Hades, el mundo de los muertos, espera hallar un paisaje bucólico o idílico. Es valentía la de quien se adentra en la espesura o niebla de uno mismo y aguarda nada menos que el lado más poco grato de sí, aquellas figuras que nos despiertan en mitad de la madrugada en un baño de sudor. Ese es el precio del autoconocerse. Quien espere alzarse ante un Edén perdido y alejado del sufrimiento humano, mejor que dé marcha atrás ¿y no resulta contradictorio que esta sucesión de angustias las produzca la pasión? Pues sí, pero es que las contradicciones son las que hacen la vida y como es sabido, a la luz le precedió la sombra. 

De todo lo dicho se extrae que el arte nos coloca ante la temida muerte. En efecto, quien hace arte se aleja del plano cotidiano y se encara con lo negativo, pero  al tiempo es terapéutico porque el arte conlleva una liberación de la carga de la existencia y al unísono angustia toparse con quien uno más allá de su personaje social o representación ante la gente. En el arte difícilmente uno puede fingir, salvo el teatro, pero díganme si no se siente sincera una interpretación de Hamlet con calavera en mano mientras recita su famoso soliloquio -¿Ser o no ser? He ahí la cuestión. El arte resuelve ese dilema mostrándonos el ser en toda su forma. En el arte no existimos para sí ser por fin.

Y nómbrenme un artista que no haya sufrido y en consecuencia no se haya conocido a sí mismo. Y atrevámonos a decirles a los artistas que no sienten felicidad con su arte y nos mandarán al infierno, el cual conocen bastante bien. Uno está feliz con su demonio cuando se ha habituado a las llamas de su infierno. 



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