martes, 3 de noviembre de 2020

EL PLURALISMO Y SUS EFECTOS-AFECTOS TRISTES CON AUSENCIA DE UN ETHOS HUMANO COMPARTIDO [LA PATRIA HUMANA]: EL ESTADO DE GUERRA HOBBESSIANO

*Hago referencia en mi crítica al pluralismo sin bases o principios comunes, aquel disminuyente de las potencias o fuerzas cooperativas, como decía Baruch Spinoza. 

Cuando se desliga uno por entero del realismo, la existencia de un mundo con unos caracteres o atributos con independencia de los atribuidos a la carta—al pleno gusto, esto está muy dulce o salado, me resulta ácida la gravedad ¿qué quiere que le diga—por los sujetos, dejándolo fuera siquiera como hipótesis o corriente dentro de las posibles. Habiendo ejecutado esta tarea, tan emancipadora a los ojos de tantos, premiando este alarde de creatividad, resulta bastante hipócrita pedirle a la población o a la gente que busque la verdad, puesto que la verdad ya fue tornada en una metáfora literaria y cada cual redactará sus poemas y libros personales incompatibles e inentendibles para el que está a su lado, tal que si uno hablara en un idioma y a continuación otro en uno absolutamente dispar, y competirán por su venta particular.

Y quisiera saber yo ¿qué unidad le demandas a alguien que ha renunciado a un elemento compartido como la verdad? La fantasía por supuesto que conecta a los pueblos y culturas, mas acaba por ser un sortilegio y cada quien se hechiza o come setas alucinógenas con determinados grupos que cierran el paso, desprecian al que no comulgue con la suya. 

El pluralismo, como tiene lugar con la libertad y el por qué del fracaso eterno de la anarquía, es que entronca con la naturaleza de nuestra razón como decía Kant, siempre pide más. Es decir, no sabe contener su democratización, porque es semejante a pedirle al río que no se desborde cuando llueve en exceso. Se introducen tantas perspectivas, al principio con juramento de no avasallarse y convivir en paz, que en un corto espacio temporal se emborronan y difumina el sendero que las ligaba y cae una espesa niebla teñida de sangre. En ese instante, se tropiezan unos con otros, se tildan de fascistas, rojos, anarkas, antipatrias, salvapatrias, maricones, aleluyos y toda esa maravilla del léxico en lo tocante al menosprecio del prójimo, incapaces de darse la mano al no contar con un sentido comunitario, humanitas, civitas o espíritu de reconocimiento e identificación en su forma esencial de animal racional [el animal racional es un constructo occidental y queda atrapado en la geografía limítrofe, allí donde fenece el pasado de hermandad y sus valores, denunciados como coloniales y de dominio].


Ese violento río rival de métodos y organización básica, voces que transforman en mitos, máscaras, disfraces lo que ansiaba distanciarse del mito, el logos o razón como explicación de los fenómenos del planeta, que inunda valles y montañas desemboca en los mismos dogmatismos, incluso peores que echaba en cara. En tal tesitura nos han dejado. Todos ciegos, mudos y sordos. 


No dejen de promover el mismo desastroso remedio, y dejar caer en saco roto los alegatos de Wilde: "Experiencia ni siquiera produce salir del error, puesto que el error jamás es mío". Cuando alguien me dice que estoy en lo cierto, le pido que me siga dorando la píldora y lo cuelgo en las redes sociales con objeto de ser admirado como ídolo de masas no pensantes. Ya lo ven. Narcisos nos esculpió a todos pluralmente a su imagen y semejanza ¿o fue la negación del realismo—zoon politikon, animal, especie social y modo humano relatado al inicio de esta catársis, purificación de la ignorancia que recorre el planeta, el fantasma del pluralismo en calidad divisoria, descompuesta, entristecedora y la naturaleza humana desbocada, desaparecida la guía de la razón: idea, el rostro del otro, derechos, participación y amistad mutuos, y con firme propósito de borrar este estado belicista, mutilado, la huella de la presencia humana en este ínfimo planeta dentro de un universo con principio y fin desconcertantes.  


J.B.B

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