jueves, 5 de noviembre de 2020

POSMODERNIDAD Y ROMANTICISMO: CUANDO SE ABRAZAN LAS CAUSAS DE NUESTROS MALES Y NOS DESPRENDEMOS DE TODA CONCIENCIA

La posmodernidad debería ser un relato superado. Ha quedado confirmada su incompetencia e ineficacia en todos los ámbitos, especialmente el del conocimiento—se ha pervertido tremendamente esa palabra con su directo vínculo con razón instrumental o de dominio y su deje al culto a la incultura—y la ética. El sujeto ácrata e ignorante dicta por conveniencia lo que debe y no debe hacerse en cualquier esfera o rincón, y aquella [esfera] pública compartido no dista de lo privado o propia, sino que lo privado—yo hago lo que se me antoje en mi habitación-dormitorio- se impone violéntamente en el marco cívico y político común. La división es su bandera. La cuestión es ¿dónde estamos ahora? ¿hacia dónde podemos ir? 

Yo votaría por retomar el intelectualismo moral griego e ilustrarnos recíprocamente sin desatender las identidades particulares y respetarlas, y curar de esta manera la enfermedad del odio y venganza del planeta, tomados falsamente como virtudes y voces de lucha. Jamás, escúchenlo bien. Jamás ni el odio, la venganza, la envidia y pasiones similares traerán buenas temporadas de cosecha, romanticismo de cafetín. 

El Romanticismo es uno de los peores lastres para nuestra civilización humana. Supone el descenso al peor de los infiernos y primitivismos al no saber medir y balancear, sino tirarse a la piscina sin evaluar si contiene agua.  Ceder sin stop al deseo e impulso descerebrado—me resulta simpático que después critiquen la facilidad con que los medios de comunicación y publicidad nos incitan al consumo—perder los estribos a la ocasión mínima, entregarse a los vicios sin cuartel, la degradación y suciedad como tabla de la ley e impedidos de retornar a la sobriedad, lucidez o desengancharse más tarde. El romántico obra como un ludópata, bebedor que mira mal al que se sienta en la butaca de al lado, un buscador de pelea, yonqui que requiere de su dosis letal en vena las 24 horas del día. El romántico acaba por hacer de su vida una ruina, obra escatológica, similar a la que flota en el WC cuando libera la carga del intestino grueso. Luego te suelta el conocido—Yo lo controlo— que no se lo cree ni él. 


Los separatismos resultantes de la hegemonía del individuo y sus ensueños románticos, en calidad de habitante único sobre la faz de la tierra, no comprenden una ventaja. Háganse a la idea, la globalización por poner un ejemplo, la homogeneidad imperante es producto de los restos de la posmodernidad que tan religiosamente profesan. Las demandantes diferencias comprenden una orgia de movimientos anárquicos, sin frenos del capital y la ideología del mercado en mímesis de ese estilo de vida miserable y evasiva del pensamiento, absolutos siervos de las pasiones y enterradores del autodominio —Todo tiene que ver con el sexo, incluso la economía pronunciaba Woody Allen ¿y cómo no, con ese desastroso romanticismo como trasfondo? Los que se acogen a los "sin valores y desenfreno" posmodernos son los causantes de su tristeza como refería Spinoza, y agregaba que "entender es ser libre" ¿cómo porras seremos libres si no entendemos ni analizamos nuestro propio obrar? 


Otro de los contrasentidos de la coetánea pintura delacroixana [del artista francés Delacroix] anarquista derivada del Romanticismo, la falsa libertad individual guiándose a sí misma y dejando fuera en la práctica al ethos, comunidad y pueblo. Camino opuesto al conatus: El individuo busca los mejores medios para su corrupción y extinción. El hombre es útil para sí mismo y que zurzan a sus vecinos y conocidos ¡Cuánta pobreza de-mente y vacuidad, sinsentido en el corazón! El retrato del nihilismo, la superposición de todos los cromatismos, las sangrientas batallas por causas particulares y egoístas dan como resultado el opaco negro, un ser no para la muerte, sino en la muerte.

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