martes, 3 de noviembre de 2020

 En primer lugar, manifestar que me gustan algunas de las ideas de Nietzsche, pero sus herederos se han pasado con su visión artística y libre interpretación de las cosas, desconectadas de la realidad por simple y pura conveniencia, emperrados en que las cosas encajen con nuestras convicciones, que el mundo se ajuste a nosotros, aunque estemos en el error e incapaces de ser amistosos, mejorar y cambiar desde la condición de superhombres—todos tienen su verdad—, leída en algún tonto meme o frase suelta y cegados por el ego. El culto al egoísmo elevado a la infinitésima potencia. 

Esa es mi desaprobación del legado de Nietzsche, marcharse en todos los ámbitos hacia lo desbordante, sublime que rompe e impide el razonamiento mínimo y quedarse en ese pasmo—arma persuasiva de la era de la imagen y lo digital. Orquestado el trágico asesinato de Apolo representante de la armonía, la moderación, la claridad, nada tiene sentido, todo es una fuerza arrolladora, absurdo, algo ridiculo, caricatura, un borrón o mancha y se moldea así, desde una página en blanco por pura utilidad. Es el ¡Ohhhhhh! del borreguismo, atontado el ciudadano con formas y colores desbordantes, la lágrima tan recurrente en las charlas e incorporada esa manipulación al hábito de consumo y cualquier meeting político demagógico y persuasivo, y por supuesto inhabilitado para un análisis desde la embriaguez más pasiva de todas. 

Yo, por ejemplo, me estimo creativo y pasional-elocuente en mi estilo literario, adorador de la estética, la pluma y la tinta, confeccionar historias, poemas y relatos. No obstante, tengo claro los bordes entre el mundo de la imaginación y el común con otras personas, el que me une a ellos. No me destierro en un universo paralelo y a partir de él siembro mi verdad revelada por mí y para mí e incompatible con el resto y el conocimiento que nos permita avanzar, aliarnos, comprendernos y no retroceder, declararnos la guerra como estado natural de ser de las cosas. Emplear la evolución para acto seguido indicar que es una teoría nada más o aplicarla a una visión maligna de nuestra condición humana, una historia maldita o marcada ya, que únicamente fluctuará si se sigue mi ideología. 


La ideología mesiánica, el nuevo hombre, el tirano—la teoría del superhombre es una metáfora solidificada que olvidó su origen y propósito e hipostasió el concepto, extravío de la memoria que se trataba de una idea regulativa orientativa o modelo, no tomarlo al pie de la letra—. Ave Mussolini, Hitler, Lenin, Stalin, y los totalitarismos ad consecuenciam con semilla en la figura del "elegido" para dirigir a la masa recluida en su caverna o autodeclarase los humanos los amos y señores de su propia ley que atropella, en un santiamén, a quien respira a pocos metros de estos, y el individualismo consumidor de placer encima de las pilas de cadaveres de los sujetos muertos y torturados por la romantización, prometeismo—la luz, fuego de la demencia y la barbarie, "un mundo feliz" huxleyiano de distopías autocumplidas. No se salen de las borracheras ni sus temibles resacas, llevadas a eternos retornos, vueltas a ser vividas desde las auroras hasta las mediasnoches. 


Ya recetaron el plato del soma los alumbradores de la subjetividad. El soma o cápsula idiotizante se llama precisamente religión pura—y ríanse de la razón de Kant al querer ir esta siempre más allá de lo empírico o la sensibilidad—del individualismo, comodidad, pereza, predicar desde el sillón de casa, encerrarse en su mundo monádico propio e inconmensurable con el ajeno. Un sujeto feliz con su verdad, mas con una humanidad mucho más que infeliz, desesperanzada y depresiva... los componentes del nihilismo y su destrucción de la vida ¡Qué venga la muerte! gritan y agoniza el pobre don Miguel de Unamuno en medio de dos fanatismos monopolizantes, estupideces y enfrentamientos que a nada conducen, dos injusticias llamadas fascismo y marxismo, caras de la misma ignorancia o mal común en términos socráticos y por supuesto falsas analogías, pero es tarde. 

Se vaticinó la caída de la lógica y el posible entendimiento entre los "azoon politikon" o animales apolíticos y ni siquiera se acepta, en formato de novela, que necesitamos de lo demás. La compasión es debilidad, moral de esclavos y rige la voluntad de poder. Nuevamente términos de la evolución que cuando son útiles para los oscuros fines se utilizan como medios de imponer verdades contradictoriamente irrebatibles—Esa falacia de autoridad tan visualizada: Schopenhauer dixit. 


J.B.B

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