domingo, 11 de octubre de 2020

"Repensar el intelectualismo moral".

Yo, que tan crítico fui en el pasado con el intelectualismo o virtuosismo moral socrático, me estoy replanteando seriamente sus puntos fuertes. El intelectualismo incorpora "el ethos", la pertenencia a o valores compartidos, la familia, patria de la humanidad, a los ámbitos del conocer, la estética y el cultivo del cuerpo y la mente—el cuidado de sí mismos y de los otros—. 

También el ethos acoge a la dimensión política, con sujetos que hagan autoexamen y alberguen principios y se responsabilicen por el bien común y los ciudadanos, en vez de centrarse exclusivamente en sus intereses personales y ceder o poner por encima sus deseos, algo por cierto característico de los psicópatas. 

El filósofo y político Nicolás Maquiavelo escindió la ética de la política en su día, asemejándola a estrategias en el sentido bélico. Conceptualizó la política con la operación de planificar y que fuera astuto el gobernante, con vistas a evitar ser derrotado o conquistado. Esa máxima de "a veces hay que hacer algo malo para conseguir algo bueno". 

¿pero acaso es irreconciliable ese ethos, identidad o rostro humano común? ¿tanto relativismo no nos vuelve indiferentes al otro? ¿acaso no estaba ese ser otro en el ethos de los saberes clásico, el amor por el conocer y mejorarse-mejorar la polis o sociedad ¿no será que por renunciar al intelectualismo o virtuosismo dejamos de lado el mínimo civismo, la preocupación, justicia y solidaridad por la ciudad y sus habitantes? 

Es viable la refutación al mentado intelectualismo con base fundamentalmente helénica, ateniense, señalando que por conocer qué es el bien no se actuará correctamente y que tanto las virtudes como los vicios están atravesados por la historia y las costumbres. Dicho de otro modo, que lo vicioso ha sido atribuido a la noción del pecado, a lo prohibido y por tanto a las normas coactivas internas, vedando el propio cuerpo, empero, a mi entender dichos vicios y virtudes se comunican dialécticamente y luce posible que la moderación, la σωφροσύνη ("sophrosyne"), comprenda una virtud al ligarse a mantener un buen estado de salud, pero no limitarla a la contención como anulación del placer o evitar de lleno alegrar al estómago con sabrosos bocados, y que alimentan el alma al tiempo. 

La moderación desmedida traería consigo una prision, un vicio de la infelicidad. De modo análogo, es vicioso con independencia del marco histórico, darse atracones a diario y no prestar atención en absoluto al bienestar del cuerpo, con un sedentarismo sin precedentes que llama a la puerta de las enfermedades cardiovasculares y otras de riesgo, además de fomentar la aparición de problemas psicológicos. La moderación de los apetitos abre la puerta también a la educación y comprensión, siempre desde el auto descubrimiento, extraer la verdad oculta [aletheia], del uso de las pasiones para el bien de sí mismo y los otros.

Caería en la lista de virtudes atemporales, perdurables el enriquecimiento intelectual y aquella actitud de compartir con otros dicha fuente [la solidaridad] beber de la curiosidad humana, hermanarse en las reflexiones, "componerse con la otra persona en la alegría" que dirían Spinoza y Deleuze. Recuperar la φιλíα ("philia"), la verdadera amistad y fomentar la phronesis, la deliberación justa, y la empatía, sentir o emocionarse con el otro, nada menos que en el plano intelectual, el más hondo y significativo de los encuentros. 

Justamente este traslado a lo intelectual nos conduce a la esfera del arte. Gracias al intelectualismo moral, tendría lugar una autorreflexión interna al interactuar con el objeto estético. Cuando el sujeto acude al bosque en el crepúsculo y admira los hermosos colores del último sol sobre la vegetación y demás elementos, está tomando consciencia acerca de su propia armonía interna, sintiéndose en la idea del objeto contemplado. Se trata de esa comunicación intersubjetiva indicada por Kant y contenida en el juicio estético—la belleza que yo espero que otro llegue a ver—. Ese "sensus comunis", sentimiento compartido como posibilidad", tomaría forma. El individuo dialoga con la belleza y la incorpora a esa conciencia del ethos, tornándose sereno en su seno interno, además de llevar a cabo la tarea de introspección, conocerse mejor. 

Ese autoexamen en la capa estética, fusionada con su ser, desemboca en reproducir el equilibrio en el resto de actividades y su amor para con la ciudad, espejo de dicha belleza y de sí mismo ¿Y qué decir de las actividades como la música, pintura, literatura y aquellas que engrandecen el alma? El entrenamiento del cuerpo físico y la dieta sana, con sus salvedades y adecuaciones a la persona, es insuficiente sin desarrollar la parte intelectual. El clamor de las musas, practicar la inspiración, los juegos creativos, la meditación, sentir con la mente y sentirse en los demás, la katarsis conjunta

Finalizo con la siguiente reflexión: 

¿No supone aquel emotivismo moral [Con objeto de no caer en un falso dilema, tengo en cuenta que hay más corrientes éticas como la deontología y el utilitarismo, pero la más notoria es el emotivismo en la actualidad, si bien está entroncado con el utilitarismo, al mencionar que todo se reduce a la emoción o sentimiento del placer y el dolor en los juicios emitidos asociados con la utilidad, y sin más grado de verdad en los mismos que la utilidad o atender a las consecuencias positivas de las acciones], el divorcio de cualquier vínculo intelectual, consciente o bien de asignación y comunicación universales en tono autocrítico, de volver a sí mismos después de relacionarnos con los demás y cuestionarse siempre en pro de averiguar, explorar y compartir-repartir ? 

El emotivismo deja tras de sí la irreflexión, la falta de meditación ["no te conozcas jamás a ti mismo"] como norma, desentenderse de, desrresponzabilizarse de su existencia, "la seriedad consigo mismos", como mantenía Ernst Tugendhat. Por el contrario, decae en las meras voliciones, ceder a los deseos, caprichos cuales infinitos "comecocos" o Pacmans a mansalva. El emotivismo es uno de los motores del consumismo e hiper individualismo crecientes; la amputación del "yo otro", su reconocimiento y que irónicamente luego criticamos. Lo lamento, pero no me sumo, ni me identifico con dicho emotivismo.  


"Repensando el intelectualismo moral"


J.B.B

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