miércoles, 7 de octubre de 2020

 En la soledad, evidentemente, es mucho más sencillo ser uno mismo y reencontrarse, y lo más importante, puede meditar, hallar la necesaria serenidad y silencio en su inquieta mente. Al frecuentar compañías estamos distraídos, cierto, mas no acostumbra a permitirse la conciencia pura. El ruido mundano y los murmullos ahogan la calma interna, desgastan la bateria. La introspección es la vía para soportar después el zumbido, la estresante extroversión. 

Somos animales pro-sociales es verdad, empero, muchas veces las ansias de contactar con otros no responden a más deseos que huir de uno mismo. El autorrechazo, la evasión, la desesperada tirita social; la incapacidad de mantener una reunión privada con nuestros sentimientos y pensamientos enterrados en esa tierra privada de iluminación. Requerimos de los otros para completarnos, saciar carencias y compartir, pero si no compartes o apenas te relacionas con ese íntimo amigo llamado yo ¿cómo pretendes sentirte a gusto, integrar con sinceridad y equilibrio a otras personas en tu vida? Posiblemente desesperamos por la mentada comunicación externa, porque nada esperamos de esa primera persona del plural: nosotros. Practicar la soledad significa practicar la paciencia, la espera. El ejercicio de la soledad comprende la esperanza de no sentir angustia ante el propio yo y reconciliarse, sanamente, con los ajenos, emancipados de la droga; la adictiva sobredependencia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario