domingo, 7 de junio de 2020

En línea opuesta a esta extraña era de neorromanticismo racionalista [aunque después se contradice y abrazan su antítesis dionisiaca caótica] misantrópico, robótico o amante de las máquinas-computación y su concepción puramente lógica. La emoción y sentimiento, mal que les pese a algunos, están presentes en todas las personas. Lo que varía es la intensidad de los mismos, como en una gradación cromática y sus escalas particulares derivadas. Hay quienes destacan y en su espectro se pronuncian, afectivamente, en gamas más cálidas cercanas a los laveantes y soleados rojos y naranjas, tonos intermedios de oxigenados, asilvestrados y bucólicos verdes. Luego se hallan aquellos más próximos a los templados azules y violetas, lo que no suprime en los últimos su aparato afectivo, sino que se proyecta y percibe de distinta forma su longitud de onda.

Además, en algunos escenarios los cromatismos más fogosos se enfrían y viceversa. Bien es sabido que una persona, generalmente sosegada y con estudiado ojo clínico, puede disponer de un explosivo genio al enojarse o que un individuo, por lo común tímido, silencioso e introvertido, pase en la intimidad del dormitorio o en los momentos de estancia con su pareja, y en función de la confianza, a ser un vehemente y locuaz amante y compañero.

De la misma manera, un sujeto, frecuentemente nervioso e impetuoso, cabe que calme su ánimo cuando pinta un cuadro o toca un instrumento y entre en un estado zen, alcanzando una paz a la vista mayor que la de cualquier monje dedicado durante años al arte de la meditación ¿Y qué decir del conocido o amigo amante del riesgo y la aventura, pero que casi siempre se echa atrás ante alguna oferta o nueva empresa, a tenor de fobias y conflictos no resueltos en ese plano—inseguro en ese terreno—? Todo está en función de las demandas y tranquilidad o forzamiento de las respuestas ambientales.

Dicho de otro modo, nadie es absolutamente una prendida llama, una fresca hoja de hierba, un diamantado poliedro de hielo azulado y un inconsolable jardín seco. Somos afectivamente una interfaz; un policromado canal en movimiento de tintas amalgamadas.

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