martes, 9 de junio de 2020

Cuando una impresión se abstrae en forma de idea abstracta, se comete el error de creer que la última precede a la primera recepción. Debido a que automatizamos o normalizamos las emociones y conductas, creemos falazmente que antes de sentir tiene lugar cualquier reflexión, cuando resulta que es del todo imposible pensar algo que nos resulte del todo indiferente, es decir no verse el individuo afectado o sentido por esa idea en cuestión. La cuestión está en que sentimos y en segundos el pensamiento da cuenta a la conciencia del dolor. Ejemplo: Cuando nos fracturamos una articulación y pasan unos breves instantes hasta que el cerebro recibe la sensación del dolor. Ignoraríamos que se ha producido dicha rotura de no ser por el sentir. Ninguna idea sobreviene si purgamos al placer y el dolor de los fundamentos de las acciones y pensamientos humanos. 
El epistemólogo genético, biólogo y psicólogo suizo Jean Piaget rebatió la tesis kantiana de unas categorías a priori preestablecidas sin aprendizaje o experimentación. Piaget aduce y prueba que si bien nacemos con una estructuras previas-llorar, chuparse el dedo y agarrar objetos, el resto de categorías se construyen interactuando con los objetos-sujetos del entorno. Las ideas o respuestas fisiológicas que traemos equipados/incorporados precisan de estímulos y excitaciones. Por supuesto estas van de la concreción a la abstracción, de acuerdo con diferentes etapas o estadios y su configuración de las estructuras mentales para percibir y entender la realidad circundante. Pese a ello, contemporáneamente persiste ese kantismo innatista, especialmente con la incursión de la teoría de la gramática universal chomskiana y la desatención del ambiente en la producción y creación del lenguaje en los niños.

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