miércoles, 11 de marzo de 2020

UN MARZO NO-VENTOSO

Una taza de café en la tarde de un "marzo no ventoso", salvo el virulento vendaval, desatado por la ola vírica, y las secuelas psicológicas en la ciudadanía. Me hallo trazando un ángulo de 90 grados en el sofá, al tiempo que, parsimoniosamente [tranquilidad, casi como un ritual o ceremonia], vacío de cafeína el cilíndrico recipiente. El sistema psíquico-corporal no alberga ninguna intención de dirigir órdenes a la mano, con objeto de asir el mando a distancia y accionar el botón de encendido en el televisor.

No contemplo función lógica útil en escuchar la última hora del fóbico monotema. La lógica me dicta, predictivamente, que la situación empeorará y los relatos enriquecerán aún más el catastrofismo actual (remembranza de la famosa novela titulada "La peste", de Camus). Una pena no contar con el ejemplar en papel en este momento. Nota: —La ironía iría al pelo—. Tampoco comprendo qué finalidad concede un notable porcentaje de gente a visionar los informativos, poniendo estos el grito en el cielo, y contagiarse no ya de la declarada "pandemia", sino de un miedo descontrolado: el pánico.

Me resisto a sopesar una evidencia, pero no consigo despejar, repasar mejor dicho, de mi masa chiclosa la siguiente sentencia del filósofo David Hume: "La razón es esclava de las pasiones". Me levanto del mullido asiento y acudo a mi dormitorio. Allí, sobre el escritorio yace, burlonamente, la "Ética" de Spinoza, abierta por la siguiente página, la proposición de la tercera parte y alusiva a la compasión-"la compasión no es una guía de la razón".

Cierto es que, francamente, no experimento demasiado sentimiento de lástima o misericordia por la conducta pavorosa de la ciudadanía, y eso que un servidor acostumbra a ser presa de la hipocondría, mas cuando realizo relaciones sintomatológicas o la mente dispone de sus propias causas. A tenor de la cita de Hume, en clave invertida y concordante con la proposición del filósofo holandés (Spinoza), me cuestiono lo siguiente, y como si la relación de yo-mundo se hubiese desvanecido, idénticamente a ese café consumido precedentemente. Al apartar la compasión de mí, con vistas a no infectarme de esa emoción paralizante ¿Seré yo un esclavo de la razón?

Salgo al balcón. No sopla brisa. Hace calor. De lo poco que me he informado del amenazante virus, he estudiado que las altas temperaturas representan su talón de Aquiles ¿cuánto demorará el enfriamiento de este problema, y el sentimiento desatado, en la población mundial?

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