domingo, 8 de marzo de 2020

De veras que en ocasiones quisiera escribir de manera más entendible, inteligible, al alcance de cualquiera. Pero he reparado en que, esta es mi huella, tanto literaria como psicológica [y antropológica-raíces de la especie humana y la cultura]. Tejo una madeja y no siempre albergo la voluntad de evitar la formación de nudos, y caminos cerrados en el tránsito a través del laberinto. Los enredos son parte de la condición humana ¿y qué aficionado a parir el lenguaje afirma con rotundidad que su hilo estilístico permanecerá en perfecta horizontalidad, linealidad y libre de nódulos (nudos) o desviaciones?

De esta misma modulación consta el pensamiento humano. La escritura espeja la imperfección y el malentendimiento incurable. Habrá quienes capten la intencionalidad del emisor, y que incluso detecten más chicha en el texto que este. Se contará, a su vez, con quienes lo ignoren por valorarlo pedante o altanero; el precio de la incertidumbre del redactor. En otra estancia, algunos se perderán en su interpretación, de igual manera que se extravió, quedándose absorto y focalizado en el océano interior—Reminiscencia de la "experiencia estética" descrita por Arthur Schopenhauer—, el responsable de ejecutar las líneas.

En fín, que en el abstracto terreno de la composición, la poiesis (creación) de la grafía, nunca llueve a gusto de todos ¿pero se ha dado, desde que apareció la vida en planeta, una visión común? Ni en los tejemanejes religiosos o metafísicos versantes del principio y el fin del universo, se produce quórum. La escritura no es una excepción, en tanto que representa, nada más y nada menos, que el esfuerzo de la incomprendida y monológica psique (cada particular dialoga y carga con la suya) por sanarse de su afonía atávica.

No hay comentarios:

Publicar un comentario