jueves, 19 de marzo de 2020

REFLEXIÓN MAÑANERA

Gracias a Isabella, Susan y Miguel Antonie ahora cuelgo, en modo público, mis [idas de olla] ocurrencias filosóficas.  

Día 4 de enclaustramiento desde que se inició la emergencia sanitaria. La maquinaria del tiempo apunta a las 10 am y a pocos minutos de perfilar un ángulo obtuso (más de 90 grados y menor de 180), al tocar las manecillas las y media. Mi esqueleto y músculos ejecutan una elevación de las articulaciones, con objeto de izarme desde el mueble donde el cuerpo se sitúa con aceleración y fuerza 0 y confirmar una ecuación física de espacio partido [Velocidad = espacio por tiempo, en juntura con la newtoniana: F-fuerza = masa por aceleración] en dirección al ventanal. Allí donde, en parabólica curva, la baranda conforma un hiato entre la vivienda y la realidad foránea (extranjera) al yo.

La estrella más cercana a la Tierra emerge de entre la masa vaporosa, para acto seguido, volver a jugar al encondite. "Realismo ingenuo" lo calificarían los antiguos griegos. Dar por sentado que la refulgente esfera de Apolo despareció ontológicamente (ergo, ya no entra en la existencia) entre las fauces de esa nada humeante. Una meditación epistemológica mañanera. Inesperada esta divagación, si corriera las cortinas y privase completamente a la estancia de la iluminación diurna.

Exageremos la ejemplificación y traigamos a la historia un neonato, que [pongamos que se crió en un refugio nuclear] aún viéndose nutrido y cobijado, por el calor, afecto y comunicación, jamás hubiese visionado representaciones de las cosas externas al hogar en que ha crecido. El chico cuenta con 16 años y su realidad finaliza allí donde las paredes divorcian  las habitaciones de la estancia. Si pasados varios años las condiciones de radioactividad o peligro remitieran y sus padres, los únicos seres de quienes su retina y cerebro han recabado información, le comunicasen que tiene lugar una realidad más dilatada que la de ese refugio.

En tales circunstancias, el joven tomaría por demencia la información entrante y descreería, fuera de toda duda, que ese hipotético mundo externo sea auténtico. Al invitársele a dejar el recinto forcejearía. Negación del argumento platónico. Su caverna comprende el conjunto de la realidad ¿Abandonar la gruta? Ello comportaría demencia. La fina locura entre la razón y el desvarío ¿Quién determina la lógica y coherencia? ¿Acaso no sería un "cuento de hadas" la realidad objetiva para el muchacho del relato? Habría aprendido en el ámbito doméstico, su contexto de realidad, principios y leyes que rigen en la naturaleza.

Por supuesto, en este experimento mental, lo almacenado y comprendido respecto lo de afuera, vendría proporcionado por el sistema de creencias paterno y materno. Dispondría de unos cuantos ejemplares bibliográficos. Ignoramos cuales. Supongamos que se remitiesen a conocimientos desconectados de su factor externo. Es decir, enfrascados en su mera metodología, operaciones lógicas, conjeturas e hipótesis. Vamos, lo que los neopositivistas fijaron semánticamente como "contexto de justificación".

Lo sociológico, psicológico, económico, político y demás factores comportarían una mota de polvo en su cosmos mental. El conocimiento no pasaría de la abstracción y experimentación empíricas. Por el contrario, la fenomenología y sus avatares, las relaciones con los demás y sus ligamentos de variada urdimbre se disolverían, no ya en el aire como apuntillaba Bauman, sino en algo mucho más dramático. Un agujero negro habría succionado cualquier resquicio de la realidad mundana ¿El realismo?

Sin ánimo de caer en tópicos de modernidad o posmodernidad, materialismos e idealismos tontos y maniqueos. El realismo será mi realismo—un latinajo—per semper. No se desprende una contradicción entre materialismo e idealismo (se cuenta con más posturas o soluciones, previniéndose un posible caso de falso dilema, pese a enunciar dos) en el texto expuesto. No se despide de lo material el joven, que jamás ha contactado con el contexto de descubrimiento, lidiado con los trajines socio-culturales y sus ramificaciones hondas. Tampoco queda suprimido el vector—flecha— del idealismo. El mozuelo ideó su margen debido a las circunstancias. Estas últimas confeccionaron su realidad y compusieron su confianza en lo percibido día y noche a lo largo de tantas estaciones.

A modo de conclusión de este [no sé cómo denominarlo] escrito, en tanto que es improvisado y lo redacto sobre la marcha —primero escribe y luego piensa o reorganiza las palabras ¿Qué es el mundo? ¿qué es la cordura? ¿qué es la razón? ¿cuándo termina el sentido lógico?

En la vida son el resto de colectivos, los seres humanos, con sus teorías, cálculos, paradigmas dominantes, ideologías, creencias, valores etc los encargados de acometer estos axiomas en nuestro vivir. Así mismo, se lo programaron, en la cabeza, al chiquillo sus progenitores

¿Y cómo dudar de dicha configuración de la realidad, si esta fuese exclusiva, sin arroparnos con comparativas ajenas, a la que tenemos acceso?

¿De qué modo descubriríamos que no somos más que esclavos de metal en un parque de atracciones futurista, y utilizados para el divertimento de ricachones y visitantes con un sentido, más que discutible, de la ética? ¿Cómo no concluir que estamos inmersos, cartesianamente, dentro de un sueño y al tiempo en otro sueño, cómo recitaba, bellamente, Poe?

Han transcurrido más de 60 minutos desde el inicio de este amasijo de palabras. El lienzo de la bóveda celeste se halla pintado de blanco, un "esfumato"; técnica pictórica de Da Vinci. Una neblina la envuelve. Stop. Me retiro a las labores académicas, sí, materiales e ideales. Se me escapa si habré alumbrado alguna neurona o habré perdido yo unos cuantos tornillos, pero retomando la idea de párrafos pasados ¿No serían ustedes, quienes partiendo de su realidad, me juzgan con X parámetros?

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