domingo, 12 de noviembre de 2017

CRITICA DE LA PELÍCULA "LA LIBRERÍA".

CRÍTICA DE LA PELÍCULA "LA LIBRERÍA" (2017): UN CEMENTERIO DE LIBROS 

Hoy por la tarde, "el día muerto", con el que se conoce al domingo, pasadas largas semanas fuera de las salas de cine, he decidido probar suerte con una nueva película, sobre la cual había leído excelentes críticas en las páginas de valoración cinematográfica, habiendo incluso resultado premiada en un festival del mundillo. El filme elegido para su visionado en esta ocasión es "La librería", estrenada el pasado viernes y dirigida por la española Isabel Coixet. 

Una vez que he tenido que ir a pata hasta el centro comercial (nada cerca), esperar en una kilométrica y angustiosa cola, padeciendo los efectos de la droga consumista del merchandising cinematográfico, con cientos de personas inquietas por derrochar sus euros, probablemente en alguna película sin sustancia, que arrebate a su máquina pensante cualquier vínculo con problemáticas y preocupaciones de su ajetreada vida. 

Después de desesperarme observando de qué manera el cronómetro, cuenta atrás para el inicio de la sesión, iniciara su curso. Al fin me atienden y pago la entrada. Desisto de comprar el kit del consumista experimentado: paquete de palomitas más recresco y gominolas "taladradoras de paderes estomacales", aunque nada comparado con el sablazo que te sueltan, quedándote con los bolsillos vacíos. 

Transcurrido todo este proceso del engranaje propio de la industria cultural, entro en la sala con los primeros fotogramas de la cinta ya en pantalla. Pasados los primeros 20 minutos empiezo a arrepentirme de haber salido de casa. Me topo de lleno con una historia insulsa, cursi, superficial y que nada guarda relación con la literatura, salvo por la mención de alguna novela célebre. 

La trama, narrada a ratos en primera persona, nos sitúa en la Inglaterra de los años 50, en la que una correcta y bonachona librera, tiene intención de inaugurar una librería en un pueblo que hasta la fecha no ha contado con dicho negocio, y sus lugareños tampoco dan señales de excesivo interés por sumirse en las paginas de un libro. 

La librera además no lo tendrá fácil, puesto que otra empresaria quiere que la instalación sea destinada a otro tipo de actividad, en una competición por el dominio del local. También ronda por ahí otro personajillo secundario traidor y rastrero, un Bruto de tomo y lomo. Éste se podría resumir como el argumento básico, con soporíferos asuntos de leyes de por medio. 

Cierto es, que destaca dentro de esta insípida producción un personaje misántropo, que habita como un fantasma, leyenda negra, en las entrañas de su aislado hogar, cuyo pasatiempo es hojear las nuevas entregas literarias que reciben en la librería, y con el cual se alcanza a experimentar cierta simpatía, gracias a su ironía e ingenio (aunque tampoco en abundancia). 

No obstante, las situaciones elaboradas por el guionista rayan en lo ridículo, contratando la protagonista a una niña de 10 años como ayudante en solitario, sin gracia, sabiondolla, con ansias de dar lecciones a los adultos, y quién encima subraya su desgana por el hábito lector. 

Por no acertar, Coixet no atina ni con la en teoría villana, antagonista de la historia, un tiburón sin dientes letales para morder. Eso sí, una presumida y retorcida comadreja, sin escrúpulos, pero que no amedrenta al espectador en absoluto, sino que más bien se suma a la mojigatería hortera ofrecida por la directora. 

Ni siquiera la incursión de la controvertida novela "Lolita", que se lanzó al mercado en aquellos años, logra rescatar el desvalido rumbo del guión y la pobreza psicológica de sus personajes. Se podía haber sacado mucho partido respecto de la desaprobación del público, el tema de la censura literaria, etc. 

Únicamente pensaba en los minutos restantes para el final, el engaño con el título escogido- "La librería", tomando como contexto un lugar de promoción de la lectura, donde aquí las palabras y su fuerza resultan inexistentes, sin guiños a algun pasaje literario, la entrada en escena de algún/a escribiente que aportase un poco de chispa, incitando al espectador a navegar en las millones de historias y relatos posibles. 
No, desgraciadamente la cinta peca de pulcritud, ñoñería, ambiente palaciego, de flores, cortesía y tazas de té. En otras palabras, un costumbrismo rococó, que haría estremecerse a Pearl S. Buck, recargado, light y simplón. 

La ingente desventaja que rodea al metraje, es que en su totalidad predomina la corrección, reminiscencia  de "Mujercitas" o "La casa de la pradera". La gran dosis de edulcoración y suavización de los conflictos, echa por tierra tomarse en serio, conectar con el relato. A pesar de que Coixet ofrezca bellos planos y atmósferas que nos retrotraigan a famosas pinturas, con el mar de fondo, en soledad al estilo de Woolf, no hay invitación a meditar. 

El pintoresco paisaje desaparece rápidamente de nuestra vista, engullido por el reiterado escenario de una librería carente de alma, pasión y nostalgia por aquellos libros, que el polvo del tiempo hará caer en el injusto olvido. Sucede lo opuesto con este filme. Mañana ni lo retendré en mis selectivos recuerdos. 

Salgo del cine, ya ha caído la noche y mi masa gris no deja de murmurar ¡Vaya timo!  

J.B.B

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