sábado, 12 de noviembre de 2022

Del anonimato y la burocracia

La despersonalización es el emblema de toda institución educativa actual. Los integrantes no se distinguen ya de los anónimos trabajadores de una oficina-empresa. El próximo paso es que su nombre lo ocupen la firma y el código númerico del DNI. Cualquier aparato normativo acoge la misma ideología de funcionamiento del esquema de la prisión, que como ya avisara Foucault hace un siglo, se traspasa al resto de instituciones. La forma de proceder es la administrativa y el control-examen. Toda tarea seguida es un medio que pierde por entero su sentido, en tanto que nada más importan los criterios y los plazos. 

Tiene lugar una relación directa entre el morir y su entrega, como el envío de un documento sin la menor relevancia acerca de lo que verse. El fin en sí mismo de la tarea desaparece en el buzón, junto con otras ajenas extraviadas—en este caso de su propósito, su valor de uso dado que no preocupa su cualidad—equiparándose a un valor de cambio. Las entregas se localizan con el resto del correo dentro del oscuro, inconsciente e involuntario lugar de almacenamiento, y que se recopilará para la única utilidad conferida: su evaluación y eficaz puesta en funcionamiento. El contenido es invisible y la forma se apropia de él. Al sujeto le ocurre igual. 

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