domingo, 24 de enero de 2021

 En la cuasi-eterna dispuesta entre naturaleza-cultura: 

Yo aquí detecto un complejo cruce entre ambas, aunque a mi entender gana la cultura como norma y visión interpretativa y legible, universalizable en el logos hermenéutico o lenguaje-razón humana interpretativa. 

Lo natural comprendería todo aquello donde el ojo-cerebro humano no ha puesto su atención, con filtros, prejuicios, concepciones, creencias y significados de ningún tipo. Bajo este enfoque descontaminado ningún objeto sería natural una vez que ha sufrido una transformación o demolición por la estructura psíquica humana, es decir que ya no es indefinido porque ha sido definido por una entidad inteligible con unos caracteres o dígitos, códigos, sistemas de referencia no puros, sino como un espectador que se relaciona con un objeto y lo define desde sus márgenes y esquemas. 

En este punto, el principio de incertidumbre de Heissenberg cobra forma, y en efecto la posición del observador determina la posición y estructura del objeto, pues quitando al sujeto no es posible mencionar naturaleza u objeto alguno, no existe una inteligibilidad que dote al mundo de un sentido específico, con unas bases y contenidos. Dicho de otro modo, en el instante en que se relaciona, interactúa e interfiere sobre algo, ese algo y el entorno se cambian, se modifican sus condiciones primigenias o puras, de donde inferimos que con esta significación nada es natural, y esto nos conduce a la cultura, a la fabricación, invención de formas de vida, herramientas, la creación a cuenta de la conciencia o espíritu de otras realidades o espacios metafísicos como la política, lenguaje, economía, filosofía, jurisprudencia, religión, psicología, el arte, narraciones históricas, literaria, etc. 

Sin embargo, si bien la semántica de natural es cultural, precedida por un sistema teórico, de convenciones, maneras de proceder, símbolos, tradiciones y esquemas mentales, donde toda suerte de conocimiento es producto de la cultura, de esa construcción de hábitos, sistemas de creencias, rituales y costumbres compartidas en un grupo, mediante una medición de datos, también cultural, se alcanzan conjeturas que responden a que, pese a darse un examen o estudio con forma exclusivamente humana, por encima del lenguaje empírico y experiencias particulares o en su expresión nos habilitamos de destrezas, estrategias y conductas primarias que no distan en los datos registrados de otros seres vivos [cuerpo de necesidades básicas] y a partir de ellas, o tomándolas como valor de inicio y conectividad aumentamos las dimensiones de la comprensión de la realidad humanizada, empero, aunque la posición del objeto sin el espectador no se puede predecir, en la esencia podríamos decir de nuestros códigos y patrones, esas estrategias coexiste un núcleo no sometido al arbitrio del ser humano, pero obviamente necesitado de su cultura para otorgarle una realidad en parámetros comunicables e interpretables. 

Es decir, que el mundo sin los seres humanos es poco menos que nada, pero en la racionalidad o carga teórica, el ver cómo de la lente sensible e intelectual están contenidas propiedades no antropomórficas, sino que valiéndonos del ser humano obtenemos equilibrios o armonías entre las operaciones, en los múltiples desequilibrios o heterogeneidades reales de los sistemas humanos y la cultura. Las teorías, hipótesis, leyes y descripciones no tienen cabida sin un imaginario humano con ideaciones metafóricas y abstractas para abarcar más allá de lo, imposiblemente, no transformado o sometido a las aberraciones-deformaciones y focalizaciones de la óptica de un individuo o grupos de estos [culturas o etnias]. 


"De la naturaleza y el conocimiento como cultura, pero supra-cultural en la esencia o inherencia de los principios de la vida".


J.B.B

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