viernes, 29 de enero de 2021

Hagámonos una pregunta seria, esas que en la superflua y anti-meditativa sociedad posmoderna casi nadie se para a formularse: ¿quién soy realmente, por encima de identidades virtuales y poses sociales? 

La respuesta solamente se presenta en la soledad del pensamiento cuando, sin protecciones o excusas de ningún tipo, nos miramos y examinamos a nosotros mismos, atravesando el velo del autoengaño, tal como somos, con nuestras asperezas y fortalezas, temores y confianza, desconcierto y certeza ¿quién soy? 

Soy quien con sinceridad me digo y no adorno ni oxido, soy lo que, si he hecho una correcta introspección, ese viaje a mi ser, se que soy. Simple y llanamente. La voz de la contestación al enigma del auto conocimiento puede emerger en un santiamén, prolongarse unos días, semanas e incluso un lapso de larguísimos años. 

La esencia de la vida depende de como respondemos a dicho interrogante fundamental, pues la vida es nuestra, aunque la compartamos y participen de ella otras personas. Quién soy yo es la pregunta que determina la forma en que entendemos nuestra existencia y la manera en que nos situamos ante ella, con transparencia, translucidez u opacidad. 

La primera recae en la sabiduría, mientras que la segunda en la maduración o proceso de mejoramiento-avance. La tercera, la opacidad comprende la ignorancia de uno mismo como caminante, tal que si aquel desconociese que camino desea emprender y no andar dando vueltas y vueltas, rodeos sin llegar a ninguna parte, náufrago hasta el momento en que su identidad no sea más que cenizas y la pregunta por quién soy carezca ya de todo sentido. 


J.B.B

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