jueves, 2 de abril de 2020

La realidad, para cualquier subsistema o componente en su conjunto, comprende un sistema común. Por más que queramos, no es posible romper ni salir del sistema, porque desde que se quiebra, enseguida se rediseña y sigue comprendiendo otro sistema ad infinitum.

Somos seres ontológicamente, biológicamente-psíquicamente sistémicos. Las denominadas crisis existenciales no son brechas en el sistema, sino el rediseño o reajuste de dicho sistema; acomodación o reajuste-reequilibrio. La duda no lo quiebra [al sistema] en una suerte de desfase, un punto muerto asistémico. La duda entraña la adscripción o apertura de ese sistema, colocándole nuevos elementos que conforman esos caracteres dubitativos.

A primera vista, los dos medios exclusivos de abandonar el sistema recaerían en el sueño y el beso de Thanatos [muerte]—¡Qué bella es la muerte y su hermano el sueño!—Palabras del poeta y literato romántico, Percy Shelley, mas en la primera, tampoco me atrevo a hablar de no funcionalidad sistémica-sueños involuntarios-. La otra vía es la mentada muerte. Sin embargo, la muerte tampoco verifica el cese del sistema, en tanto que los componentes descompuestos se alimentan entre sí.

De esta manera, habría que aceptar esa dialéctica  triádica hegeliana—conflictos pero sin cortes en unos nuevos, cambios, transformaciones como modos o formas de ser del sistema—en sintonía con la continuidad citada por Leibniz y su obligada no destrucción o perturbación sistémica del sujeto en cuestión. Se podría respaldar a Sócrates en el diálogo platónico del Fedón: La parada cardíaca, el enfriamiento de la sangre y la carne, no significan el final del camino de la vida. "Subaespecie aeternitatis sumus"- El alma es pues eterna y se reproduce en el sistema. Armonía holística [global o general].

El sistema, análogo a la sustancia de Spinoza, es causa de sí mismo y no cabe su disolución en tanto que es infinito. Los humanos y demás especies somos modos finitos, formas de ser del sistema. El sistema es la cosa en sí misma que todos identificamos como pertenecientes al mismo, sin importar que lo clarifiquemos con un batiburrillo de etiquetas o categorías diferenciales.

El nombrado sistema permanece en su totalidad inalterable y somos dependientes del mismo. Idear un sistema es asignar variables mínimas del sistema anterior. La contradicción requiere del sentido para hallar, a continuación, el contrasentido.

Asistemáticamente, aislados de la sustancia, no cabe ningún pensamiento o movimiento del cuerpo. Las emociones representan el motor de arranque del sistema vivo, empero los sistemas no vivos también comportan subsistemas y son inmanentes [se hallan dentro del sistema, aunque generen su sistema autónomo dependiente del sistema principal o sustancia].

J.B.B

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