sábado, 18 de abril de 2020

RELATO BREVE

RELATO BREVE

Una anodina mañana más de confinamiento. Sales al balcón. Tus pulmones inhalan el símbolo "O" en la tabla periódica. Se me escapa cuál era su valencia. La química nunca fue mi fuerte. Acabo de ver penetrar una mosca en el salón de mi casa.

El insecto se comporta como atontado, vuela en círculos y pareciera que su brújula biológica esté averiada. En este instante, se posa en la pared y permanece ahí un tiempo considerable. El suficiente para que después de haber acudido a la cocina a prepararme mi imperativa aromática pócima desperezadora, al regresar a la zona, el díptero no se haya movido ni un milímetro de la superficie, camuflándose con ella, tal que si de un boquete horadado, con el fin de colgar algún cuadro, se tratase.

Prosigo mis tareas habituales, que tampoco es que excedan en cantidad, debido a este periodo de estado de alarma. A las dos horas, retorno a la sección precedente y para mi sorpresa diviso el punto sombrío y quieto en la pared blanca.  Me quedo en estado meditabundo, fijando mi marco de percepción en la marca; el ser vivo. De repente, un intruso del mismo reino animal, hace incursión cual misil teledirigido, en la habitación.

De acuerdo con mi escaso conocimiento en entomología [rama de la biología encargada de estudiar los insectos], juraría que se trata de un avispón. Su camisa a rayas le delata, junto a la forma ovalada de su rostro, con esos ojos amenazantes y el pincho escorpino en posición perpendicular. El depredador pasa velozmente a mi lado, en dirección a la singular ínfima esfera vital que mancha, en símil con un perro dálmata, la monocromática pared.

Entonces, la diminuta señora alada despega y recupera el norte perdido. Su nimia y tediosa existencia cobra un significado al verla peligrar. El avispón anhela saciar su apetito y probar la verdad de la cadena alimentaria. La mosquita acelera a modo de una flecha impulsada por el mejor arquero: Robin de Loxley, apodado Hood. Su perseguidor no duda en competir en velocidad y los dos se esfuman  en microsegundos.

Testigo directo de esta escena, constato que necesitamos de la emoción e incluso valernos del miedo, con objeto de atribuirle valor a esta obra teatral que, ridículamente, intentamos llevar a cabo.
El guión nos lo proporciona esa tensión, la emoción; un relámpago en la conciencia de saber que se está vivo y que no es otra que la voluntad de querer vivir. Flashback de la proposición 6 de la tercera parte de la Ética de Spinoza: "Todas las cosas se esfuerzan por perseverar en el ser".

No distamos de esa mosca, confundidos y adormilados casi las tres cuartas partes del tiempo en que estamos despiertos. Inclusive, hay veces en que en los sueños hallamos más razones que en la vigilia. Esos pasajes oníricos que tímidamente recogemos, fragmentos que se escurren como un rompecabezas incompleto. Hasta en los sueños precisamos de una violenta sacudida, experimentar la conducción de la electricidad cerebral que nos libere del aturdimiento existencial.

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