martes, 29 de diciembre de 2020

El individuo es emperador de su vida y las sociedades son los imperios espejos de sus gobiernos personales [de los individuos que la componen]. De ahí que el mal gobierno—cuidado y conocimiento de sí—traiga una sociedad manirrota—derrochadora, al no saber manejar la gestión y energías de su propia existencia— e involucionada. Hemos de ser valerosos Alejandros conquistadores de la virtud, la potencia para curtirse-perfeccionarse, y fundadores de las fraternales alejandrías en sintonía cosmopolita—conciencia planetaria—. 

Este es el auténtico superhombre, animal social sabio legislador de sí y la sociedad espejo de su política, que se le escapó a Nietzsche, el eterno adolescente y por tanto inmaduro como para conectar el yo con el otro que es él mismo como diría Hegel [el espejarse o reconocerse empático], la comunión con el mundo social y cívico, la res pública o pertenencia a un Estado-nación y con más alcance geopolítico y psicopolítico, el propio globo sobre el que estamos  grávidamente—"los jóvenes no son aptos para la política por su ausencia de prudencia"—Aristóteles. 

El aislamiento del sujeto supranatural de Nietzsche y los posteriores existencialistas deja la reglamentación de la existencia en una totalizadora esfera privada del yo—res privata— e incompatible-incomunicable, como una hermética mónada, con las ajenas, obras creadoras, pero divorciadas del sentir mutuo. 

En consecuencia, el superhombre nietzscheano se ve abocado a una condición de solipsismo interruptora del progreso real de la civilización, dado que la idea de civilización ha quedado aniquilada y su creación de nuevos valores se materializa en un un campo de exterminio, sede de la barbarie fascista y comunista del autodeclarado individuo superior—Führer o Líder Único, Mesías, el Nuevo Hombre y la estructura ideológica de El Partido y sus integrantes, la élite—peleados también entre sí en cuanto alguno disiente de los fanáticos ideales, tomados como traidores y perseguidos—portavoz a la vez que apropiado de su majestuosa e irrefutable palabra: los renacidos valores superiores y nuevos— respecto de la masa inferior, quienes aún no han dado ese paso. Sale inevitablemente a flote la jerarquía de los biológicamente mejores y más desarrollados. La sociedad distópica de la cinta Gathaca; eugenesia, limpieza de sangre, purga de los elementos débiles—los humanos, diferentes, excluidos, marcados. A tal pesadilla conduce el sueño individualista nietzscheano con sus espejos rotos. 


"A la inversa de Nietzsche y su individualismo hedonista desde el gobierno de sí y su reflejo en los demás individuos". 


J.B.B

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