jueves, 17 de diciembre de 2020

Los escurridizos y hábiles sofistas se cuelan entre los textos de muchos nihilistas [no la totalidad y por ello no deseo incurrir en una generalización apresurada], y nada más que narran lo que los oídos quieren escuchar—sus verdades del sin sentido y la ponzoña que es cualquier forma de moral—.

No causa asombro que en vez de acudir a la acción, a la potencia, véase cumplido el aserto de Dostoievsky "Si Dios no existe todo está permitido" [un Dios no como figura religiosa, sino referente mínimo] y fruto del sediento libertinaje—sin saber bien a donde acudir, seducidos por la llamada de lo prohibitivo en su majestad, al igual que los piratas Barbosa y su tripulación en la primera entrega de "Piratas del Caribe" entregados a los vicios, mas finalmente indiferentes a las comidas y placeres carnales—se decanten por el desmoronamiento y el lamento, sede del padecimiento en vida, y con más estruendo su agonía que el peor de los silencios transmundanos. 

Varios séquitos del nihilismo de la nombrada naturaleza sofista, liosa y nota la última de algunos letrados, ocupados en las leyes—los abogados—, adoptan la forma de fantasmas y seres esqueléticos [negadores de vida, del intelecto, pues a la contra de Nietzsche, la vida es conciencia y aquella es pensamiento—"pienso luego existo" y no al revés como nos quiso convencer Sartre. Un número considerable de nihilistas existe como los espectros del anillo de Tolkien. Antaño fueron hombres, pero sucumbieron a los excesos y su consumición en las sombras. Actualmente deambulan malditos entre dos mundos como siervos, privados del contento de la vida y la calma de la expiración] portadores de pesadas cadenas con la siguiente inscripción en estas—"existencia"—. 

Los sofistas con sus herramientas ardides de la confusión y exposición de tentadora manzana, cuyo mordisco trae consigo la mutilación del entendimiento; Frente a la firmeza y fortaleza sucumben al constante ahogo en el llanto, como la joven Alicia en el cuento, cuando derramaba inconsolables lágrimas que inundaban la pequeña estancia y amenazaban con anegarla. 

Estos falsos poetas son los padres de corrientes como el nihilismo—"un fantasma recorre el mundo, es el fantasma del nihilismo"— y representan aquellas víboras de las que nos prevenía Julio César en sus memorias. Rol de filtradores en sus narrativas y retórica de las peores pasiones anidantes en las entrañas, las enfermantes y rehacias—en su perversidad de querer que las personas sean ignorantes—a lavarse en los manantiales del conocimiento y la sana duda. 

Las secuelas de la sofística y las estirpes nihilistas infectadas, entre otras, de su enamoradiza oratoria, cual temible pandemia contemporánea del Co-Vid, dejan una marabunta de zombies danzantes, y que nos confirman que desafortunadamente se producen en la sociedad autómatas, quienes cuentan con el cerebro en calidad exclusiva de ornamento. 


"De los sofistas y su veneno acrítico en la filosofía". 


J.B.B


En relación con la fotografía: Los sofistas vienen a ser con sus mentiras los forjadores de nuestras anti-intelectuales cadenas. Acabamos, como pasa con el nihilismo, como el personaje de Marley en el cuento de Charles Dickens: "Un cuento de Navidad".

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