sábado, 28 de septiembre de 2019

Generalmente, mi corazón adopta la defensiva estrategia de un sujeto en estado criogenizado; un dormido Romeo a la espera de su amada Julieta (aunque en la obra de Shakespeare es ella quien finge yacer muerta). Sin embargo, cuando tiene lugar la maravillosa incursión de esa persona__con la cual producto de la química se desencadenan reacciones inefables__la capa gélida se derrite, y entonces la enjaulada confianza se canaliza. Fluye nuevamente, al tiempo que el acelerado proceso de conducción del torrente sanguíneo; a manos del órgano reflectante del súbito impacto de la anómala compatibilidad con otra persona.

Alguien que sinceramente—trascendentemente— nos comprende; y con quién no preocupa e inquieta dejar al descubierto nuestra "indefensa" yugular, para que imprima la reconciliadora (especialmente con el género sapiens) y ensoñadora huella__en ocasiones una mordedura fatídica y venenosa, reforzándose todavía más la imperturbable desilusión ¿por qué mentir?__ de sus carnosos labios en ella. La sintonía descrita, el hálito sentimental, funde incluso aquel revestimiento glacial de mayor calado.

Post Scriptum: Si mi escritura se les antoja falta de calor será que quizá aún no he hallado a mi Julieta, o bien los pasados desencantos amorosos han refrigerado en demasía el fluir del sentir. También cabe simplemente interpretar que el sentir de quien recita sobre la pantalla del dispositivo o publica sea particular, por tanto un universo extraño de cara al explorador lector habituado a planetas cercanos a su Sol.

J.B.B

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