martes, 28 de julio de 2020

De la pasión como fundamento del sentido de la existencia. Conferidora de valor.

La razón jamás resolverá el asunto del vacío de la existencia y difícilmente tampoco fundamentará su aprovechamiento, el de esta. Una persona puede hallarse ante un especulo natural sobrecogedor, como las cataratas de Iguazú o viajar a las recónditas tierras de Nueva Zelanda y la Polinesia ¿Qué entusiasmo le acogerá o incluso a qué decepción acudirá mediante la razón en solitario? Cabe que valiéndose de la herramienta racional mida calculadamente y cuantitativamente con tono apático__luego con bastante desacierto y probablemente, el trabajo será dejado a la mitad. Ya quisiera advertir yo a Isaac Newton en clave indiferente investigando la luz y la gravedad__ la densidad de las aguas, la velocidad de los vientos, el clima de la zona, estudiar sus especies naturales varias, etc mas el valor y aprecio de toda la aventura subyace en la pasión.

La conciencia de la existencia es responsabilidad del canal sensorial del individuo y de ella procede cualquier clase de vivencia y episodio significativo en el archivo memorístico. Es lo que hace que algo verdaderamente importe. Intenten admirar la más bella obra escultórica de genios como Bernini apagados y en estado de la la venerada ataraxia—liberación absoluta de los deseos y pasiones—de los estoicos ¿en qué se diferenciaría la escena de contemplar la anodina pared de nuestro dormitorio?

El receptor cerebral, y conductor al resto de órganos corporales, es el generador de la dicha y el dolor; nos brinda la placidez de caminar a orillas del mar o la propagación de la adrenalina al asomarnos al filo de una elevada montaña. No hay que marcharse tan lejos en los ejemplos de lo mencionado. Incluso en los gustos corrientes, tales como el paladeo del chocolate fundiéndose lentamente en la boca o el sorbo pausado de las notas de la bebida cafeinada y la aspiración del aroma—petricor— de la tierra mojada tras una tarde de lluvia. Este concierto pasional se traspasa además al pasaje o paisaje—juegos del lenguaje— recreado en una novela que leamos. Y es que nada o muy poco vale o guarda, retiene impresión a tenor de la razón. Esta última comprende solamente un medio. El fin perseguido y ejecutado por el individuo lo traza en primera línea el impulso, sentimiento, la pasión, tanto para narrar asombro como echar pestes y desahogarse de la incomodidad y manifestar toda suerte de objeción.

Así pues, el caldo primordial de la crítica, la propia filosofía se desplazan en dirección contraria a la idolatrada y atribuida abstracción y conceptualización huecos, como un cuerpo sin vida o esencia y una pintura ausente de color. A lo mejor, por tal motivo a casi nada le encontramos sentido [desde nosotros mismos, por supuesto], al querer descablearlo de la sangre, el fluir de la vida que decía el conde Vlad-Drácula-el latir del corazón. La trascendencia se localiza cuando no se la espera ¿será este el camino al Nirvana?

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