domingo, 5 de julio de 2020

Parece un mal de aquel dedicado o amante de la filosofía el verse desterrado de las normas sociales, el curso de la sociedad y sus deberes, a la par que hipocresías. Se cuentan con los dedos los pensadores que convinieron con los valores de su época y más todavía quienes no fueron tratados con desdén por su desaprobación e ideas propias, chocantes con las que zumbaban en la colmena exterior de aquel entonces. La indiferencia a causa de buscar en el plano social otros planetas y no focalizar la atención sobre el minúsculo planeta azul.

Dedicarse a viajar por la oscuridad y silencio del universo interior, es el coste de la expulsión en el espíritu reflexivo respecto de la vida práctica. La risa de la joven ateniense Tracia cuando el pobre y despistado Tales cae en el pozo a tenor de hallarse observando este las estrellas, con la mirada depositada en la teoría, el mundo de las ideas, los conceptos y los mundos posibles...Tal es es el destino de aquel que se presta al extraño hábito de pensar en un tiempo en el que la máxima es sentir y doparse de disfrute sin tope alguno, al tiempo que la libertad, producto de la escasez de diálogo interno decrece, y las relaciones sociales con la tonalidad del medio de escapar del tedio, físicas o virtuales, se tornan en un veneno más mortífero que la cicuta y el arsénico juntos.

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