sábado, 4 de julio de 2020

De apreciar la ficción.

Me he percatado de que mi concepción de las cosas es más schopenhaueriana, nihilista-negativa-que vitalista, luego afirmativa u optimista, pero me gustaría matizar el asunto con lo siguiente y con vistas a que no se me acuse, prematuramente, de hiper-pesimista:

El hecho de tener noción del engaño de la felicidad o los motivos para sonreír fuera de estímulos recargados del cerebro, a modo de píldoras inhibidoras del dolor y fruto de tener la mente ocupada en otros asuntos, que la aparten del batir de la gigantesca ola de la nada existencial. Ello no es óbice para valorar la ficción, pues sin esa representación o película que nos produce impactos positivos de la mano de las fuentes más variopintas e insospechadas, con ausencia de las mismas más nos valdría no levantar la testa de la almohada y evitar salir del lecho cuando el sol asoma por el horizonte, y ni siquiera disponer de motivos mínimos para gozar del plácido sueño esos fines de semana. Aquellos espacios donde el abrazo con el inconsciente onírico se torna serotonínico y la despreocupación roza la imaginaria  felicidad, mas libre del sufriente ego por querer alcanzarla.

Intuyo que a esto, más o menos, se refería Albert Camus, cuando pronunció que "hay que vivir con el absurdo y no desesperarse ante él". Habitar con la fantasía del sentido y extraer todo su néctar, desde aquel que le profiere cada cual en su particular existir.

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