martes, 18 de agosto de 2020

Iba sentado en el vagón número 0 del tren con destino "Ninguna parte". Atiborrado el organismo con toda suerte de antidepresivos y fármacos destacados. Pletórico y en semejante estado alterado de conciencia pareciera que finalmente dejaban atrás el Hades terrenal y alcanzaban el mítico Nirvana. Nada más lejos de la realidad. Al tiempo calculado de pérdida de efecto de los medicamentos, le invadió una apatía más aguda que la del peor de las agonías y castigos testados por la imaginación. Fue entonces cuando constató que valía el mismo precio continuar la travesía sobre los raíles que apearse del transporte. Su cerebro indiferente optó por la última de las opciones. Seguidamente, tiró todo el arsenal químico de las industrias farmacéuticas y sueldos de psiquiatras. Prefiero pasar por un sujeto infeliz, pero emancipado de cadenas que un esclavo hasta las cejas de inefables alucinaciones. Después de todo, la Matrix no desaparece. —Mi única elección— dije para mí. En aquella estación olvidada y apartada, me fijé en que había una senda vedada por matojos y zarzas. No tenía ni puñetera idea de hacia dónde conducía, pero menos daba una piedra. Este es mi mínimo albedrío. 


Anónimus

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