La vida es un dulce vino, al que se le ha inoculado un lento y disimulado veneno. Hora tras hora, nuestro inocente organismo va siendo colonizado y debilitado; un crimen orquestado por la naturaleza. De este punto, se deriva el goce de los dorados y secretos—una nebulosa temporal— minutos antes del culmen de la fatal infección.
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