sábado, 3 de septiembre de 2022

De la felicidad y el arte

Me he fijado que la felicidad no dista de un chute de anestesia. Un estado atemporal. Mire un cuadro u oiga una pieza de música. Así es, Félix = Arte. Por eso el famoso gato estaba dibujado y recibía ese nombre. Él estaba absorto en su realidad no tangible, alejada de este plano doloroso. 

Lo cierto es que nunca entendí por qué hay personajes de ficción  tristes. Bueno, sí, porque les obligan a recrear nuestra realidad. "El mundo de la imaginación es mucho mejor que el real" clamaba el filósofo F. Nietzsche con gran razón y acierto ¿y no dejó escrito este mismo pensador que hagamos de nuestra vida una obra de arte? La vida debe lucirse desligada de posesión y simple deseo de disfrute, de una expectativa de fuente placentera como Edén terrenal. Hay que crear y evadirse para ser feliz. Esa por lo menos es mi impresión, pues no he encontrado otra vía que no desemboque en una borrachera de placer con dura resaca mañanera el día venidero. 

La felicidad se asemeja siempre a un estado de contemplación estética. Una indiferencia u olvido de la voluntad. Por este motivo se contrapone al placer. En la felicidad hay una evasión de la existencia y salimos del espacio-tiempo. Este último no existe, como cuando admiramos una pintura y nos perdemos en ella. No atendemos a cuánto durará y las preocupaciones, sean las que sean, desaparecen. 


El placer se prolonga poco y es interesado. Pide más y más. Véanse las adicciones si no. La felicidad es sin fecha, y por eso es felicidad. Uno está con alguien amado y son felices ambos, como el impasible universo frente a los fenómenos que acaecen en él. El placer temporal ligado a la utilidad, a un fin, al deseo. Por eso alimenta el dolor que le sigue una vez ya acabado su relampagueante acontecer. 

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