jueves, 24 de septiembre de 2020

Hemos de aprender a regular la mente. Cada día tengo más claro esto. La mente nos la juega, y tiende a querer enredarnos en la madeja de pensamientos obsesivos y generalmente de carácter negativo/pesimista. Es proritario que reestructuremos los pensamientos y sentimientos, automatizados y reproducidos inconscientemente. Una tarea nada, nada sencilla. 

El estoicismo—dominio y liberación de las pasiones, ideas y deseos perjudiciales—presenta una solución interesante a esto. La actitud con que tomemos las cosas determina, considerablemente, la naturaleza, el significado de los fenómenos. Ya el filósofo racionalista René Descartes exponía en "El tratado de las pasiones del alma" que: "incluso aquellos que tienen las almas más débiles podrían adquirir un dominio absoluto sobre todas sus pasiones si trabajaran lo suficiente como para entrenarlos y guiarlos" [...] Artículo 50

Cabe apreciar, por ejemplo, un día soleado, lluvioso una tormenta—dependiendo de las preferencias—o bien centrarse, equivocadamente, en un aspecto menos agradable, padeciendo sin necesidad, frente al disfrute de las ventajas o beneficios no advertidos, al focalizar la atención exclusivamente en lo negativo, y además con grado terrible y catastrófico es la escala posible de gradaciones—pensamiento límite de blancos y negros—, y minusvalorando todo lo positivo al alcance. Sucede como en las artes marciales, pues en cualquier combate siempre se puede cambiar de posición, solo hay que averiguar cómo. 

Recalco, a diferencia de la clásica y repelente bibliografía de autoayuda—recetas mágicas y generalmente simplonas—que lo anterior de fácil no tiene nada. Hay que trabajar muchísimo para esta reconducción cognitivo-afectiva. Los mecanismos distorsionantes instalados se comportan como virus informáticos. Se reproducen-replican, cuesta eliminarlos y contaminan, incógnitamente y nuclearmente—el núcleo—, al resto de componentes del sistema psíquico.

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