lunes, 4 de mayo de 2020

La analiticidad es confundida, frecuentemente, con sustantivos de frialdad e indiferencia, empero rastrear los fenómenos cual rayo láser, en absoluto conlleva ser alguien inmune a los sentimientos. Como he referido en anteriores textos, justamente el aparato lógico bien cabe que adquiera la función de ocultar una alta sensibilidad y un espíritu tremendamente altruista con la humanidad.

El quid de la cuestión, es que la exigencia suele acompañar a las estructuras cognitivas, de manera que conforme alguien albergue una mayor inclinación al análisis, su demanda de contestación o correspondencia de las variables entrantes, será más elevada.

Por ende, es razonable que una persona minuciosa y que disecciona cada fragmento de la realidad para comprender las razones de su conducta, interactué con una curva idéntica en lo alusivo al trato afectivo con los demás, viéndose más vulnerables a los contrasentidos, incongruencias y decepciones de nuestros semejantes respecto de las expectativas éticas, a la altura de esa minuciosidad y resolución en la observación, casi detectivesca.

Probablemente, apoyados en esas impresiones, los individuos que menos activan este radar de razonamientos encadenados, dirigen ese prejuicio de hermetismo afectivo a la analiticidad.

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