sábado, 23 de noviembre de 2019

En todo silencio tiene lugar un cierre, un concluir posibilitante de un renacer o re-generación (re-génesis, re-hacer). La muerte de la voz da paso a la resurrección reflexionante, un no agotamiento. La apertura de la brecha de la linealidad entre el sí mismo y el otro, dejando que en la mudez la palabra no dicha, la perteneciente a la otredad, penetre en el yo y este muera, se derrumbe narcisistamente. Mediante el "silenciarse", ausentarse—sin por ello dejar de reconocerse—, se produce el "intangible beso de amor"; la renuncia al egoísmo entre amantes, importancia de la escucha, la entrega a la cercanía de lo ajeno al sí mismo. Allí, es justamente donde está inscrita la negatividad y por lo tanto reside la autenticidad de la lejanía.

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