miércoles, 20 de noviembre de 2019

Un escrito personal con tintes kafkianos—que me disculpe Kafka por mancillar su buen nombre— . Espero que resulte de su agrado.

El agua, bebida__a largos tragos__ por mis pensamientos de sol a sol y de inicio a fin de la nocturnidad, es etílica. En efecto, heme aquí, un "beodo cognitivo". Ahogo las penas en vasos-recipientes- de papel y rebosantes de la munición biológica en señal huidiza, a la par que defensiva de cefalópodos-vulgarmente calamares; algún homenaje lovecraftiano "clasificado"—libros de rótulo cambiante—, y paso las madrugadas con el coxis, comúnmente denominado "hueso dulce" (francamente, de dulce tiene bien poco) tensionando la blandura y reposo del colchón y fijando su punto de apoyo; agito, muevo su micro-mundo—reminiscencia arquímedea—en la orilla de la cama, asomándose mi trasero al abismo.

Las asentaderas y restantes miembros—los elevados y subterráneos—del trasero, se hallan en-frentados y mirando de-frente lo otro, negativo y extraño, ubicado más allá de su horizonte hermenéutico—lo innombrado—, localizado tan solo a unos pocos milimetros del borde del "mueble del sueño y pesadillas". Adopto cara de "cogorza de sentido" en medio de una infatigable función, obra de ficción absolutamente tramada-orquestada por mí.

"Nadie" ni "nada" más contiene "presencia" en ninguna de las demás salas, separadas-alejadas del techo habitable. Hace un momento, me he incorporado a pegar el siguiente "post it o possit" (o como cuernos se escriba) en la pared del cuarto pulida a conciencia, plenamente lisa y exenta, por petición propia, de objetos decorativos:

¿Quién se atrevió a jurar que un estado de embriaguez de coherencia, besada razón, no acaba matando la cordura?

Fdo.

El loco.

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