sábado, 11 de febrero de 2023

De la grandeza y la sencillez

A la mediocridad se la puede reconocer fácilmente por andar presumiendo de lo que le falta. La grandeza, por el contrario, habita en la discreción y la sencillez. Nada excelso requiere de llamar la atención porque es excelso, mientras que lo que no lo es necesita forzadamente sentir y creer que lo es. 

Curiosamente, lo excelso duda que lo sea y acostumbra a no mostrarse por dicha razón. Obran con simetría invertida: la genialidad o excelencia se plantea y concibe como idiota cientos de miles de veces y la estupidez se asume como genia el año entero. Por ello a la genialidad la persigue la timidez, y en cambio, la estupidez opta por la exhibición donde el exceso de confianza ya denota su derrota anticipada. La segunda jamás podrá ocultarse de sí misma, salvo en la máscara de autoengañada superioridad con que se disfraza. 

En la naturaleza y en la vida lo que brilla duda de si aporta suficiente brillo y se mantiene cauto. En el reverso, lo que carece de brillo sale el primero a anunciarse.

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