lunes, 12 de diciembre de 2022

De la musa y la imagen

Verdaderamente, la música es el arte de las musas. Cuando uno penetra en ella contempla su inspirativa forma. Esa comunicación, por lo menos en mi caso, la percibo como atemporal, con ausencia del espacio-tiempo mientras el trance dura, como un delicioso sueño del que jamás anhelamos salir. La musa además supera lo visual, el órgano más engañoso de todos en mi opinión, siendo el olfato el más fino junto con este, el oído, la acústica tan poco apreciada. Hay exceso del ojo, el enjuiciamiento, el estereotipo construido en la imagen. Pueden conjeturar con acierto que la imagen en el entramado técnico-digital no me genera demasiado agrado. La representación visual cuando queda en ese reducto se convierte en reproducción, en monotonía, falta de creatividad y de imaginación. 

Además, no resulta nada revelador que lo metodológico adora el campo visual, el destello de la operatividad y procesamiento, si bien después acomete la contradicción de apartarse de lo empírico hacia la abstracción, pero vacía esta de contenido, análoga a la imagen sin creación propia o elaboración del mismo. No es más que relleno, un copia y pega mental, rol de autómatas. A esto nos está limitando el mundo de la sobre-imagen—símbolo de la técnica, el dominio y control—, a no ya la pérdida de las ideas y los conceptos, sino a la sentencia dictaminada por Kant en su razón  teórica. Es decir, a intuiciones sin conceptos, a la ceguera. 

Al otro lado del espectro, topamos con integración en el océano de imágenes— y seco de imaginación— conceptos huecos, muertos, mares sin peces ni vida de ninguna clase. Tal es la representación digital del ser humano en ciernes ¿y cómo pensar el mundo si este ya está establecido icónicamente, en imágenes? Se sabe que las denominadas personas con altas capacidades piensan en imágenes, pero si tenemos falta de contenido, de conceptos, de lenguajes y metáforas lingüísticos, con semántica, significados que generen un diálogo interno y una llamada al cuestionamiento. 

En el escenario descrito, seremos como sordos ante el arribo de las musas musicales y sin el aprendizaje previo de notas musicales quedamos casi imposibilitados para que haya entrado la musicalidad en los tímpanos alguna vez, como sí les ocurrió a los compositores que perdieron dicha facultad, pero tuvieron sobre sí el campo conceptual concretado en vivencias, mas aquellas de seguro no desencadenaron en "cataratas acústicas" casi desde el nacimiento, algo que sí sucede en el mundo globalizado coetáneo. 

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