viernes, 26 de noviembre de 2021

De la felicidad

La génesis de la felicidad desnuda obedece simplemente a reacciones químicas de neurotransmisores, entre los que se halla la serotonina. Estas señales, de por sí, carecen de valor. Lo que para mí genera el verdadero encantamiento, es no pensar en dicha felicidad, estar inmersos en el existir. 

Un agujero negro no se percibe como tal desde su interior, al igual que tampoco tiene lugar un sentimiento de ofuscación cuando uno se halla metido en el "ser-estar" y no da vueltas sobre las cosas. No obliga uno al Ser a manifestarse, a representarse como objeto, tal como señalaba el filósofo alemán, Martin Heidegger. Cuando dejamos a un lado los por qués y la búsqueda de ser felices, fluímos y permitimos que dichos componentes químicos se liberen de su cárcel reflexiva, pues el pensamiento es el carcelero de la de la posibilidad de experimentar felicidad. 

Dicho olvido del concepto, el alejamiento de la categorización y las operaciones del entendimiento kantiano que anhela organizar y ordenar toda la diversidad de intuiciones, junto con dejar a la blanca paloma volar hacia las ideas de la indeterminación, a modo de una meditación ejecutada hacia nuestro lado más inconsciente, se traduce, a mi juicio, en lo que más se aproximaría a eso que llamamos felicidad.

La felicidad consiste en un apagón de la razón analítica-utilitaria. Abandonar la misión de pretender conferirle un sentido a los momentos [control], y parejamente, implica  ser parte de la vida. La felicidad nos retrotrae al inicio, a la infancia. La luz siempre emerge de la oscuridad y la época más oscura y por ello la más feliz, pese a que entraña muchos de los traumas que arrastramos más tarde, acostumbra a ser la niñez. 

En síntesis, tal cosa es la felicidad: La reconciliación de las paradojas de la razón-emoción, un beso de la conciencia y la inconsciencia. Permitirnos ser arrullados por las corrientes del olvidado pasado infantil, a su inocencia y sorpresa, impulsadas al "ahora". Para mí esto es la felicidad. Debido a que se trata de un sentimiento subjetivo, para ustedes bien cabe que signifique otra cosa. Si tuviese que definirla poética-filosóficamente, la descripción resultante sería similar a lo que a continuación expongo:

"Ignorar que se está viviendo un sueño, consintiendo a la memoria que retenga dicho viaje onírico. Una sensación  típica del durmiente, pero en estado de vigilia. Se trata de un tiempo relativo al punto del soñador, acompañado del sentimiento de la efímera duración que trae consigo cualquier sueño una vez que despertamos." 

Como en el experimento mental, llevado a cabo por el filósofo norteamericano pragmatista, Hilary Putnam, la conciencia sabe de la felicidad por su final o del retorno de la mirada racional. El cerebro apercibe que previamente se encontraba metido en una cubeta, conectado con cables que simulaban sensaciones, porque en algún momento cuenta con la oportunidad de percibirse regresar a su cuerpo y contemplar otros cerebros en cubetas.  

Si se niega la opción anterior de captarse el cerebro a sí mismo entrar y salir del cuerpo, el cerebro será ciego de su condición, análogo a la felicidad, si no se confronta esta con su término contrario. Dialéctica. Dicho en otras palabras y parafraseando a Arthur Schopenhauer: 

la salud  se valora cuando la enfermedad hace su aparición. 

Paradójicamente, la felicidad precisa de la infelicidad. Obviamente, si la a persona quiere concederle trascendencia a su dicha cuando se vea envuelto en ella. Ante una respuesta negativa a esto, confundirá caprichos y placeres con un fin en sí mismo, libre de toda utilidad, y que a todas luces es la felicidad en términos—si nos ponemos más quisquillosos— más objetivos.  


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