sábado, 16 de julio de 2022

De la escritura y las reales tinieblas internas

Escribir es confesarse laicamente. Quien escribe purga sus faltas enterradas en los pozos de la memoria. Posiblemente, escribe con vistas a invocar a sus demonios internos y que la superficie del papel los cobije. A título personal, estimo que sin dichos demonios: angustias, traumas, pesares, culpas...sin la mentada oscuridad de un escritor/a la pieza literaria pasa desapercibida, pues apenas place divisar estampas coloridas, y que en un corto plazo llegan a fatigar por su empalague. Las sombras encandilan, en tanto que con su cavernoso vértigo, trazan un lienzo de nuestra inconfesada naturaleza humana. Por ello, el arte literario [y el arte en general] resulta más atrayente si sobrepasa los márgenes de la moral. 

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