jueves, 23 de enero de 2020

Mostrarse uno positivo, desde el alba hasta el ocaso, no es ser ingenuo. Por el contrario, contrae no amargarse y tratar de visualizar, aprovechar los puntos en favor. En otras palabras, virar el barco, colocándolo de costado a través de la panorámica optimista (que no infantil, de pensar que "todo es maravilloso y no existen los problemas"), con vistas a aguantar con tesón el timón del navío con la embestida del oleaje y la colisión contra escondidas  rocas o témpanos flotantes durante las largas noches de nula luminosidad. Luchar en lugar de zozobrar; irse las posibilidades de reacción a pique ante cualquier obstáculo a la vista. 

El optimismo, tan denostado y asociado, reducido al coaching, autoayuda o prácticas similares. La nombrada actitud es un signo de valentía, rebeldía y hasta—a diferencia de lo que se defiende en los círculos filosóficos y de otras disciplinas, crítica— en tiempos de arrojar la toalla y cavar un agujero bien hondo en la tierra, o bien tomar el primer cohete con destino al frío e inhospito espacio y abandonar el planeta, condenado a su extinción. Ello es debido, en gran parte, a la gigantesca fuente e impresión en la población mundial (fenómenos de importante malestar acaecidos. Negarlos resultaría un autoengaño e hipocresía)— de una tempestad pesimista, de tono apocalíptico—distopía real—, manando por doquier. 

Si a lo precedente le adherimos el brote de nihilismo existencial (nada tiene sentido, la existencia se hace insoportable) como ley de causa-efecto del clima desalentador, tremendamente aplaudido el absurdo como cese de cualquier resquicio de luz en el lejano horizonte, ya obtenemos el cóctel idóneo para mandarlo todo a tomar por saco. 

El absurdo como tragamundos lo digiere todo. Las investigaciones en otros apartados dejan casi de atenderse y asistimos a los rezos, cánticos del desastre, a las voces ensordecedoras de lo mismo una y otra vez. "La nada, todo apesta, somos una plaga, por qué no nos matamos al fin, debes odiarte y odiar a los demás" y bla bla bla con sus trigésimos millones de likes en las social networks. 


Y sí. Por supuesto que los casos de aumento de depresión registrados, se ven apuntalados por las creencias albergadas y la filosofía predominante acrítica con lo nefasto, pululante en los contextos virtuales. Una metarreflexión renunciante de la dialéctica (tensión entre términos contrarios), contemplado lo adverso como referente en exclusiva de la protesta y sectarismo en masa de la sombra. ——Dejen entrar a Sauron, con sus ejércitos de orcos y los Nazgul (jinetes negros) anegando el mundo y las mentes de absoluta oscuridad. La filosofía se torna en un pozo de penas y muro de lamentaciones pasivo. Un instrumento divulgador de las ganas por reunirse con la parca cuanto antes. Irónicamente, Nietzsche es vitoreado, al tiempo que se le traiciona vilmente alimentando la idea de que la felicidad no está en la vía terrenal.

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