lunes, 19 de agosto de 2019

Aunque suene paradójico en principio. He llegado a la conclusión de que la libertad constituye la aceptación de lo que nos pasa. Es decir, asumir las limitaciones y vivir conscientes de ellas. No es casualidad que  numerosos pensadores—estoy a años luz de su sabiduría y no lo manifiesto por falta modestia, sino porque es cierto—hayan arribado a la misma idea.

Sí, a su vez yo respaldo que tiene lugar un destino en los individuos. Tarde o temprano, este se nos revela de alguna forma. Luchar contra él es en vano, semejante a plantar batalla a un escrespado mar tempestuoso. El destino es una bestia, y solamente nos resta subirnos a su lomo y no caernos de la montura.

La libertad es justamente la apercepción del no control. Algo que suena tan simple y que sin embargo trae de cabeza a la gente, resistiéndose a dicha admisión de los límites. Todavía no hemos reparado en que el control es la antítesis de la libertad. Dejar que las cosas sean y fluyan, poner en práctica el "wu wei" taoísta (traducido como no acción, no forzarlas, como pasa con el crecimiento de las plantas) es por el contrario la acción más libre de todas.

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